El pensamiento de los candidatos (II): la política exterior

AutorOlga Pellicer

La situación es diferente en el caso de Andrés Manuel López Obrador. Siendo la tercera vez que busca la presidencia, la filosofía que orienta su actividad política es conocida. Esta vez ha publicado dos libros y ha concedido numerosas entrevistas a intelectuales y formadores de opinión que se oponen ferozmente a sus puntos de vista; esos debates extraoficiales han resultado estimulantes.

Sin embargo, no ocurre lo mismo con los otros candidatos. Su pensamiento sobre los problemas que atraviesa México y sus planes de gobierno no son conocidos por el conjunto de la ciudadanía. Tal situación contrasta con elecciones anteriores. Ofrezco un ejemplo. En 2006 y 2012 un grupo de académicos, periodistas y miembros de ONG fuimos convocados por la Fundación Espinosa Yglesias, bajo la coordinación de Enrique Cárdenas, a ejercicios de análisis y evaluación de las propuestas de candidatos a la presidencia. Participé en ambas ocasiones en el equipo de política exterior.

La metodología para llevarlo a cabo fue rigurosa. Tenía como punto de partida varias fuentes de información, entre ellas los libros firmados por los tres principales contendientes que, en la última elección, circulaban ya desde finales de 2011: Por el renacimiento de México, de López Obrador; México, la gran esperanza, de Peña Nieto; y Nuestra oportunidad, un México para todos, de Vázquez Mota. Tales publicaciones se inscribían en el marco ideológico y político del partido que postulaba. Sin embargo había una nota personal, diagnósticos y prioridades que permitían ver el sello del candidato y sus colaboradores cercanos. En las fuentes de información se incorporaban también conferencias de prensa y declaraciones puntuales sobre diversos temas.

En 2018 el ambiente es distinto. La identidad dudosa de la coalición que han formado PAN y PRD no les ha permitido articular un discurso sobre el programa de gobierno que desea encabezar Anaya. Por su parte, Meade se coloca cuidadosamente sobre las líneas del gobierno; los intentos para diferenciarse y proyectar personalidad propia todavía no aparecen. A todo ello cabe añadir la intensa disputa entre Anaya y el gobierno en torno al presunto uso faccioso de instituciones del Estado y las acusaciones respecto a la credibilidad de éste en materia de corrupción. Lo anterior se ha conjugado para que la reflexión de fondo sobre los problemas nacionales haya pasado a segundo plano.

En el caso concreto de las relaciones exteriores, tema de interés particular...

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