Un pensador de nota

AutorSamuel Máynez Champion

¿A qué buscar nuestra felicidad en la opinión de los otros si podemos encontrarla en nosotros mismos? Dejemos a otros el cuidado de instruir a los pueblos en sus deberes y concentrémonos nosotros en cumplir bien los nuestros; no tenemos necesidad de saber nada más."(1)

Lo anterior fue escrito por uno de los individuos más contestatarios y polémicos que ha dado la civilización occidental; un hombre cuyo espíritu crítico fue tan punzante que sus libros fueron quemados en plazas públicas y su persona proscrita en diversas naciones. Hablamos del suizo Jean Jacques Rousseau, quien viera la luz el 28 de junio de 1712 en la ciudad de Ginebra. Nadie en su sano juicio dudaría ahora, en el tercer centenario de su alumbramiento, del impacto que ha tenido su obra y de la eminente actualidad de su pensamiento. Habrían bastado las meras publicaciones de su Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres y su Contrato Social para procurarle fama imperecedera, empero su inteligencia abordó campos en apariencia disímbolos encontrando entre ellos conexiones deslumbrantes.

Además de haber sido considerado por los ideólogos de la Revolución francesa como el verdadero filósofo de la misma, fue un ardiente defensor de los niños, por ende un educador nato,(2) un moralista a menudo contradictorio, un doctrinario del amor, un agudo estudioso de la naturaleza y, sobre todo, un connotado músico.

Esta última faceta, la menos conocida y valorada de todas, puede servirnos de pretexto para sumarnos a la conmemoración rindiéndole tributo a su desbordante genialidad. No estaría de más agregarle un agradecimiento genuino, ya que el controvertido personaje manifestó en su Ensayo sobre el origen de las lenguas una inusual simpatía por los pobladores del México antiguo. Anotó al momento de disertar sobre la evolución de la cultura y en analogía con las aportaciones de egipcios y sumerios que "La primera manera de escribir no era dibujando los sonidos, sino los objetos mismos, como hicieron los mexicanos, a través de figuras alegóricas."(3)

Ya entrados en materia, debemos recurrir a su propio testimonio para poder aquilatar el peso que el arte sonoro tuvo en su existencia y lo que hizo para favorecerlo. En los diálogos consigo mismo que publica un año antes de morir, donde "Rousseau juzga a Jean Jacques", apunta:

"Él nació para la música [...] descubrió maneras de aproximarse a ella más claras y sencillas, mismas que favorecen la composición y la ejecución de...

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