El patrímonialismo de las partidocracias

AutorJavier Sicilia

Así, todo en ese cuadro sucede entre criminales y estrategias fallidas que un nuevo partido en el poder descolgará y guardará en el desván del pasado. Cuanto más culpables sean los criminales y Calderón, más a salvo estará la nación y más importancia en el imaginario político cobrarán las elecciones y las instituciones políticas. "Si la atribución de la culpa -dice Bauman- se considera equivalente a la localización de la causa, ya no hay motivo para poner en duda la inocencia y la rectitud del sistema social" en el que vivimos y la calidad de sus instituciones políticas.

Sin embargo, la emergencia nacional que describe el cuadro es demasiado complicada para explicarla con esos re-duccionismos. Cuando uno se acerca a él nos damos cuenta de que en realidad no se trata de un cuadro, sino de una ventana por la que la luz entra y deja ver las ruinas de la casa, aquello que el discurso de los medios y de las partidocracias quieren mantener invisible haciéndonos creer que todo, con excepción del cuadro, está en orden.

Una de esas cosas invisibles es la manera en que México ha sido gobernado desde el mundo novohispano: el patrimonia-lismo, una forma de gobierno en la que, según Max Weber, una persona o un partido político, ayudados por sus servidores, tratan los bienes públicos como propios. Lo que en el mundo novohispano era usado por el rey, los virreyes y sus intrincadas burocracias para beneficio del rey, se transformó con la Revolución Mexicana en la dominación de un partido, cuyo presidente -un sustituto degradado del rey- cambiaba cada seis años pero mantenía intocada la estructura burocrática del Estado que, a través de prebendas, de círculos de complicidades, de reparto racionalizado de los bienes públicos, preservaba, semejante a una mafia, el control y el uso de la nación.

Aunque en el 2000 vivimos una aparente transición a un sistema democrático, en realidad la estructura patrimo-nialista se mantuvo intocada y el partido único se transformó no sólo en varios, sino en diversos patrimonialismos. El presidente y el partido en el poder dejaron de ser el rey y sus lacayos para multiplicarse, según el turno "electoral" de los partidos, en uno por cada Estado.

Lo que mostró la supuesta transición democrática y la idiota guerra de Calderón es que en realidad el sistema de complicidades del patrimonialismo de los gobiernos revolucionarios era un sistema delictivo que, al igual que el de las mafias, se fracturó en partidos que, semejantes a esas...

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