Paloma Ramírez / A treinta años de Chernóbil

AutorPaloma Ramírez

Uno escucha Chernóbil y lo primero que le viene a la cabeza es el desastre nuclear de hace treinta años y no la región boscosa en la hoy Ucrania que fue bautizada con este nombre por allá de 1193. En Voces de Chernóbil, de la Premio Nobel Svetlana Alexievich, uno de los supervivientes explica el hecho de remitirse automática e irremediablemente al accidente tras toparse con este nombre propio: "Chernóbil es un distintivo, es para siempre". La explosión de uno de los reactores de la estación nuclear marcó la vida de toda una generación y la de un número indeterminado de sus descendientes.

"No sabíamos que la muerte pudiera ser tan bella", relata uno de los testigos. Personas que trabajaban en la planta atómica observaron con ojos llenos de ingenuidad aquel momento: "El reactor parecía iluminarse desde dentro. Era hermoso. Al anochecer la gente se asomaba a los balcones, sacaba a los niños, los levantaba en brazos: ¡Mira! ¡Recuerda esto! (...) Envueltos en aquel polvo negro, charlando, respirando, disfrutando del espectáculo".

A través de Voces de Chernóbil, de esta colección de narrativas, podemos intuir que más allá del desastre nuclear se entrelazan infinidad de historias conocidas. Y esto porque son historias que se han repetido de manera cíclica en diferentes tiempos y bajo escenarios distintos. Como aquella que trata de una élite que decide, una y otra vez, el destino de millones de personas. O la de gobiernos paralizados, indiferentes, secretistas, demagógicos, corruptos y -también- criminales. La Unión Soviética contaba con una enorme reserva de yodo que debía suministrarse a la población ante la amenaza de un accidente nuclear y que nunca fue utilizada. Eso sí, tras la explosión, los jefes tomaban su dosis diaria de yodo, importaban alimentos de otras regiones y mandaron a sus familias a zonas seguras. Mientras el reactor liberaba material radioactivo, el discurso oficial estaba muy alejado de la realidad: La situación está bajo control (¿dónde he escuchado esta frase?). Por su parte, muchos hombres, mujeres y niños comían radioactividad y jugaban en tierra contaminada.

Durante esta época, México importó su ración de material radioactivo en forma de leche en polvo...

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