Las palabras del Papa

AutorOlga Pellicer

La respuesta a las preguntas anteriores es variable. Sin duda, el itinerario que se fijó para la visita tenía un alto valor simbólico. Acudir a los barrios marginados de la Ciudad de México, a los estados más pobres y notorios por los problemas de violencia, o a la frontera entre México y los Estados Unidos conlleva, en sí, un menaje poderoso. El impacto se registró bien en los titulares de la prensa internacional, que consistentemente llamaron la atención sobre los dramáticos problemas sociales que existen en los sitios visitados.

Los discursos pronunciados, el acento y los matices con que se refirió a diversos temas, los personajes a los que prestó atención y a los que ignoró, los gestos de afecto que reiteró o las distancias que mantuvo ante problemas tan ardientes como Ayotzinapa son otra cosa. Nos hablan de un Papa que pisa suave cuando se trata de acusar, se acoge a la retórica pastoral llena de metáforas y alusiones indirectas, al gesto paternalista reiterado. En breve, no es una persona que utilice la oratoria guerrera, sino alguien que busca cuidadosamente el equilibrio. Su visita no pone en duda su posición a favor de una Iglesia que se comprometa con la paz y las causas de los pobres y los marginados. Pero tampoco permite asegurar que estaría dispuesto al combate abierto con los hombres del poder. Situación comprensible si se toma en cuenta las batallas tan difíciles que debe dar al interior mismo del Vaticano.

Los efectos de las palabras del Papa Francisco serán evidentes en el asunto de la jerarquía eclesiástica mexicana. Particularmente interesante fue el discurso pronunciado en la Catedral Metropolitana ante cardenales, arzobispos y obispos. Hubo allí llamadas de atención, poco comunes, cuyo objetivo principal fue, por una parte, condenar a quienes se acogen a los privilegios que concede el buen entendimiento con las élites políticas y económicas (más de uno se debe haber sentido directamente aludido); por la otra, pedir un acercamiento verdadero al pueblo y sus necesidades.

La renovación de la jerarquía eclesiástica en México se hará sentir muy pronto.

Los actuales jerarcas fueron designados, en su mayoría, por Juan Pablo II bajo la influencia del nuncio Prigione, de acuerdo con la visión del momento histórico que se vivía y el papel que se deseaba asignar a la Iglesia católica en México. Se avecinan importantes cambios. El más visible es el del arzobispo primado de México, monseñor Norberto Rivera, quien presentará su...

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