Las palabras contra el olvido

AutorJulio Scherer García

Como si llegara del campo o fuera a la playa, vestida con blusa y falda de tela áspera, de un solo azul la blusa, de muchos azules la falda ñoreada, Jane Fonda desayuna con apetito. Sin maquillaje, dueña de su rostro, se incrusta una margarita entre los cabellos cuando su pequeño hijo se la ofrece. Se miran, se gustan, se abrazan, se besan, se miman.

Frente a la pareja, el embajador Lucey asiste a la escena con la complacencia del anfitrión. Tom Hayden, al lado de su esposa, pretende conservarse a distancia, pero envuelve a la mujer cuando le aproxima un cubierto o pone a su alcance el azúcar.

Una época ella fue Barbarella, alucinante en su desnudez, los pósters en el mundo eternizándola íntegra y púdica, los brazos sobre los senos; otra época oscureció su biografía en el jet set; más tarde se declaró enemiga jurada del "establish-ment" sin comprender el juramento a fondo; hoy se piensa segura y se sabe fuerte, una con su pasado y una con su futuro, una ella misma.

Dice:

He superado los sentimientos de culpabilidad a causa de la clase que represento.

Su madre le mostró la muerte cuando tenía 13 años. Señora de un palacio y de un marido famoso, enajenada, sólo un cuerpo sin volumen, se suicidó. El fin fue silencioso. A solas unos segundos, una soga la degolló.

Habla la actriz de su infancia y de los valores de su padre:

Él ha sido una maravillosa persona, un ejemplo en mi vida. No sólo me ha dado cariño, ejemploy sentido de responsabilidad, sino que fue quien en una ocasión me abofeteó cuando yo, inocentemente, utilicé la palabra negro en sentido negativo (ni-qqer), una palabra que apenas había aprendido ese día en la escuela. Todos crecemos y debemos aprovechar las experiencias de nuestro pasado para vivir la vida de la mejor manera posible. Yo tuve una infancia muy afortunada y en esto mi padre desempeñó un papel primordial.

Fue largo el recorrido por ella misma en su entrevista con Proceso. Porque es ella y es su pasado, y su pasado es su padre, y su padre es símbolo de la sociedad que ella detesta.

La pregunta fue directa:

-Si entiendo bien su lucha, diría que cuestiona el abuso de todas las formas de poder sobre los débiles y los marginados. ¿Cuestiona con la misma energía su propio origen, hija de un padre famoso y millonario, dueño de influencia y poder en la sociedad de la que es prototipo?

"Existe una tremenda diferencia entre ser una persona dedicada a la actuación, de quien se da por sentado que gana bastante dinero y es famosa y pertenece a una familia privilegiada, y las personas que protegen los intereses de las corporaciones, quienes pueden determinar, por ejemplo, el número de los empleos en los Estados Unidos, los precios y el bienestar social. De manera que en mi caso sí me enfrento con los problemas de una persona que pertenece a una clase más alta y que por esta razón está separada del común de la gente. Pero no creo que esto la convierta a uno necesariamente en un opresor."

Aparecieron y desaparecieron los jugos, el pan, los huevos con tocino. Sólo queda el café. Y volvió el tema de la primera pregunta, pero de otra manera.

-En 1971, a raíz de que un grupo de monjas y sacerdotes habían sido acusados de planear el secuestro de Kissinger, usted, vestida de soldado, gritó: "No soy una hermana de la caridad; soy una mujer revolucionaria". ¿Qué es ser revolucionaria y cómo se es revolucionaria desde la fama y la riqueza?

Utilicé la palabra revolucionaria -supongo que la utilicé, ya no me acuerdo-, pero si la utilicé lo hice en el mismo contexto en que se utilizaría para referirse al caso Watergate. Esto sucedió hace casi 10 años, cuando la retórica estaba en su apogeo y, desde mi candido punto de vista de entonces, posiblemente pensé que...

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