Los paisajes sonoros de Ennio Morricone

AutorFederico Álvarez Del Toro

A su música añadía timbres de épica estridencia que armonizaban anímicamente a la perfección con las escenas desérticas y sórdidas de la trilogía western del cineasta Sergio Leone, Por un puñado de dólares (Per un pugno di dollari, 1964), La muerte tenía un precio (Perqualche dollaro in più (1965) y El bueno, el malo y el feo (Ilbuono, il brutto, ilcattivo, 1966): silbatos, ocarinas, campanas, armónicas, percusiones y la guitarra eléctrica limpia para presentar los temas, más una trompeta pesarosa en contrapunto con las cuerdas.

El motivo principal de El bueno, el malo y el feo se inspiró en el lamento de un coyote por la lejanía del desierto, añadiendo una salvaje nostalgia a los paisajes de áridas montañas que caracterizaron a estas secuelas.

Quizá el alma del compositor Morricone padecía esa soledad de animal merodeante en torno a una fogata. El trote de los caballos -logrado fabulosamente con percusiones- nos hace adivinar al jinete solitario por caminos sin retorno.

Nacido el 10 de noviembre de 1928, protagonizó una doble revolución en el cine, porque mientras la cámara permanecía largo tiempo sobre las caras de los personajes -casi siempre ruines, pero dotados de un humanismo decadente, victimizado por las duras condiciones vivenciales de la época-, se escuchaban las líneas melódicas basadas en la afirmación de Leone: "El rostro humano es un paisaje". Así, era imprescindible y lacerante la mirada de los protagonistas, en cuya pupila se dejaba entrever la tragedia de sus vidas y el costo de la supervivencia en pueblos desencarnados y salvajes.

En el tema de Érase una vez en el oeste (C’era una volta il West, 1968), la soprano y las cuerdas producen un canto que estremece por su desolada belleza, uno de los fragmentos mas icónicos de la historia del filme. Tal es una de las virtudes más grandes de esta música, que no obstante haber sido compuesta para un lenguaje visual puede escucharse perfectamente como música de concierto, y despertar pasión desde el primer acorde. La orquestación es igualmente emocionante para los ejecutantes porque va llena de detalles y ornamentos inusuales que dan solvencia, frescura y originalidad a las partituras. Su uso de la armónica es un instrumento que acompaña la premonición de una venganza, y el sonido se escurre como el viento hiriente hacia los oyentes de la sala.

No obstante su formación académica, Ennio Morricone supo desmarcarse de la tradición y dotar de esplendida expresividad a voces que incluía...

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