Cuando el país volteó hacia Guerrero 43 miradas sobre Ayotzinapa

AutorHéctor De Mauleón

En el teléfono celular de Sidronio Casarrubias Salgado, los agentes de la SEIDO que lo interrogaban hallaron este mensaje de texto: "Los hicimos polvo y los echamos al agua, nunca los van a encontrar". De acuerdo con las autoridades, Casarrubias era el líder máximo de la organización criminal Guerreros Unidos. La noche del 26 de septiembre de 2014, la policía de Iguala entregó a sicarios de dicha organización a 43 jóvenes estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa: esos estudiantes, la mayoría de recién ingreso, habían llegado a Iguala con la misión de conseguir autobuses y recursos que permitieran a un gran contingente de normalistas participar en la manifestación que pronto iba a efectuarse, en memoria de la matanza del 2 de octubre de 1968, en la capital del país.

No era la primera vez que alumnos de primer ingreso recibían una encomienda de este tipo. Enviar "pelones" de primer año a "botear" y apoderarse de autobuses comerciales es una suerte de ceremonia no oficial de ingreso en la escuela Raúl Isidro Burgos. A diferencia de otras ocasiones, aquel 26 de septiembre de 2014, los alumnos enviados a ejecutar la orden no regresaron.

Sabemos lo que pasó, y al mismo tiempo lo que pasó sigue siendo un misterio. "Procedan", habría dicho el alcalde perredista de Iguala, José Luis Abarca, cuando le comunicaron por radio que los normalistas andaban recorriendo la ciudad. Comenzaba la noche de Iguala: la persecución, el ataque a tiros a los estudiantes, la caída con una bala en la cabeza del alumno Aldo Martínez, la llegada de la llovizna que lúgubremente iba a acompañar los sucesos de esa noche, el aullido enloquecedor de las sirenas de la policía de Cocula, cuyos elementos, armados como para la guerra -pasa-montañas, rodilleras, ropa de camuflaje-, cercaron y rafaguearon a los estudiantes... Los asesinatos de Julio César Ramírez y Daniel Solís, las heridas de Edgar Vargas, la entrada en escena del Ejército en el hospital Cristina, y su repentino, inexplicable mutis.

Y la espiral de horror: el desollamiento de Julio César Mon-dragón, a quien le arrancaron la piel de la cara y le extirparon los ojos; la agresión al autobús de los Avispones de Chilpancingo, que costó la vida al chofer y a un jugador del equipo; la muerte accidental de la pasajera de un taxi, cosida por las balas de los municipales; la noche que avanzaba cada vez hacia algo peor: la entrega, dice la única versión disponible hasta el momento, de los estudiantes al Chucky, y a su...

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