Pacto siniestro

AutorÓscar Raúl Cardoso, Eduardo Van Der Kooy y Ricardo Kirschbaum

Lombardo, le habla Anaya. ¿Podría venir al Casino de Oficiales? Sí, claro que podía. El vicealmirante Juan José Lombardo había asumido, pocos minutos antes de la llamada de su superior, el cargo de comandante de Operaciones Navales, posición burocrática en tiempos de paz, pero clave en situación de guerra.

Desde las horas de tensión y vísperas de 1978 -cuando Argentina orilló un enfrentamiento bélico con Chile por el conflicto en el canal de Beagle-, la guerra había vuelto a ser lo que siempre fue para las fuerzas armadas argentinas del siglo XX: apenas una hipótesis de trabajo recreada en la fantasía íntima de los estados mayores.

Pero nada de eso preocupaba a Lombardo aquel 15 de diciembre de 1981: en la peculiar ecuación interna de poder de la Armada, el Comando de Operaciones Navales era un paso seguro e importante en el camino que desemboca en el vértice superior de la pirámide: la titularidad de la fuerza.

Aunque el oficial no lo sabía cuando recibió la convocatoria del almirante Jorge Isaac Anaya (jefe del Estado Mayor General de la Armada y uno de los integrantes de la Junta Militar), ese día su historia personal cambió junto con la de todo el país. Para Lombardo fue un día especial que no olvidaría jamás. La gran mayoría de los argentinos, en cambio, vivió aquella jornada como una más. Con absoluta indiferencia asistieron a la consumación de la intriga palaciega que tumbó a otro presidente de la nación al que, después de todo, tampoco habían elegido: el teniente general Roberto Eduardo Viola, un militar que laboró pacientemente durante 10 años para llegar a la Casa Rosada y que no pudo siquiera tomarle el gusto al poder. Su fugaz gestión duró apenas nueve meses. El reemplazante era Leopoldo Fortunato Galtieri, comandante en jefe del Ejército, cargo al que había accedido gracias a la "muñeca" de Viola para manejar la "interna militar" (...)

Los fantasmas

Los diarios de ese día especularon con la composición del nuevo gabinete que acompañaría al expansivo Galtieri, y los fantasmas de un regreso a la dura ortodoxia monetaris-ta -atenuada durante el "violismo"- flotaban sobre la castigada sociedad argentina: Adal-bert Krieger Vasena, exfuncionario del "on-ganiato" (en referencia al gobierno del dictador Juan Carlos Onganía, de 1966 a 1970) y extitular del Banco Interamericano de Desarrollo, y Álvaro Alsogaray, un admirador irredento de la economía de mercado y del "puño de hierro" de Margaret Thatcher para manejar la economía...

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