Opinión Invitada / Kevin Zapata: Carisma sin propuestas

AutorOpinión Invitada

La importancia de la elección en el Estado de México no sólo radica en el elevado número de electores y de recursos clave que se concentran en la entidad, sino que también vislumbra un panorama de los partidos políticos con sus respectivas oportunidades y debilidades rumbo al 2018.

Es por eso que vale la pena analizar la clase de líderes que hoy se disputan la elección. Reconociendo sus características particulares, y que bien serán reflejo de las cualidades de los próximos candidatos presidenciales.

Antes de comenzar con el análisis es necesario contextualizar que en México todavía se suele hacer una clara diferenciación entre "políticos" y "tecnócratas", como agentes opuestos que tienden a imponer su visión o programa de acción basados entre dos conceptos que pudieran parecer igual de contrastantes: el carisma y la popularidad vs. la eficiencia técnica.

No fue sino hasta finales de la década de los noventa que el renombrado profesor de la Universidad de Harvard, Jorge I. Domínguez, diera cuenta de un tercer tipo de agente dentro de la arena política al que denominó "Technopol", como una especie de mezcla de los dos conceptos anteriores y que estaba representado por nuevos líderes que rompían con los parámetros previamente establecidos.

El Technopol no sólo cuenta con la capacidad técnica para desempañar su puesto de manera eficiente, sino que también tiene la habilidad de entender el contexto en el que se envuelven y desplegar toda una serie de habilidades políticas, sociales y emocionales para lograr los objetivos deseados.

Si bien dicho modelo de servidor público se presenta como el ideal al que un candidato debería aspirar en tiempos modernos, lo que vemos actualmente tanto en el Estado de México como a nivel nacional es la ausencia de figuras de este calado.

El carisma y la popularidad, ya sean auténticos o fabricados, parecen por lejos ser los elementos centrales -si no es que los únicos- en la que los candidatos fincan las bases de sus campañas, sin verdaderas propuestas que sustenten su actuación.

Enrique Peña llegó a la Presidencia como un "rockstar" por su imagen de celebridad, que logró como Gobernador gracias a la televisión, y no a una verdadera capacidad o visión de Estado, depositando todo su capital político en Luis Videgaray, un tecnócrata frío y ausente de popularidad que bien podría representar su antítesis, y cuyos resultados no fueron los esperados.

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