Opinión Invitada / Juan Jesús Garza Onofre: De espaldas a los derechos

AutorOpinión Invitada

La emergencia sanitaria provocada por el Covid-19 ha puesto en entredicho muchos de los pactos elementales que como sociedad se habían construido durante los últimos años.

Para bien o para mal, las nuevas condiciones globales exigen replantear ciertos aspectos de la vida en común y cuestionar la solvencia de las dinámicas a las que millones de personas estaban acostumbradas.

En México es de particular importancia la forma en la que la armonización de los tres niveles de Gobierno se ha visto trastocada por la pandemia. La desinformación, la desorganización y los enfrentamientos entre Alcaldes, Gobernadores y el propio Presidente simple y sencillamente han generado un entorno en el que la desconfianza y la irresponsabilidad priman sobre la cordura.

Es evidente que ante lo desconocido no se sabe cómo actuar, que arduamente se pueden tener certezas ante este fenómeno nunca antes visto en la historia contemporánea de la humanidad, de eso no existe la menor duda... No obstante, la incertidumbre del presente para nada implica el desprecio por el futuro.

Porque una cosa serán los mensajes y las narrativas de tintes más bien optimistas que las autoridades podrán erigir desde sus trincheras, difundiendo empalagosos discursos de autoayuda para instar a que la gente se quede en su casa y que pronto se pueda volver a abrazar; pero otra muy distinta es la relación que en estos tiempos instauran los gobernantes con el Derecho.

Como si la Constitución tuviera un carácter orientativo, excusándose de la aplicación de la misma bajo la premura que demanda la contingencia (aunque hipócritamente sin desentenderse del apremiante calendario electoral), tal parece que el desconcierto funge como el pretexto perfecto para implementar acciones que, si bien pueden ser efectivas de forma inmediata, tarde que temprano resultarán perjudiciales y, sobre todo, sus consecuencias serán a costa del Estado de Derecho.

Al develar la cara más ruin y represora del ejercicio del poder público, quienes claman por medidas más autoritarias para contener el alza de casos de coronavirus, olvidan que el fin último de las normas no es el castigo.

El desorden es manifiesto cuando de un día a otro los encargados de velar por la seguridad de la población anuncian fuertes medidas restrictivas e inmediatamente después se retractan, o matizan sus dichos. Como haciendo del petate del muerto la herramienta más eficaz para asustar a la ciudadanía, es claro que el Gobierno no ha podido estructurar...

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