Operación guarura

AutorJesusa Cervantes

El PRI duro, autoritario, el viejo PRI, se impuso en cada rincón de la Cámara de Diputados. Un operativo de seguridad y político cuidadosamente desplegado mantuvo a la oposición a distancia para que en San Lázaro se le abrieran las puertas al presidente Enrique Peña Nieto.

Durante seis minutos el Congreso de la Unión, convertido en un cuartel de gendarmería, por la extrema vigilancia, alcanzó su climax a las 11:14 horas, justo cuando el priista ingresó al recinto sin ningún problema.

El mexiquense caminó por el pasillo central en medio de las tímidas ovaciones de sus correligionarios -que contrastaron con los vividos gritos del 30 de marzo pasado emitidos por las mujeres en Tlaquepaque-, suficientes para acallar a la treintena de diputados y senadores del Movimiento Ciudadano y del Partido del Trabajo que, para descargar su rabia e indignación, le arrojaron puñados de billetes, símbolo de que su triunfo había sido comprado.

Al llegar a la presidencia de la Mesa Directiva de San Lázaro, un fajo de billetes pasó cerca de Peña Nieto; otros se dispersaron entre las curules del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) y la valla femenil que desde temprano logró "la toma técnica" de los accesos a la tribuna legislativa.

La operación política dirigida por Man-lio Fabio Beltrones Rivera en coordinación con Alejandro Montano Guzmán -exsecretario de Seguridad Pública de Vera cruz que hoy forma parte de la bancada priista en la LXII Legislatura federal-, con el Estado Mayor Presidencial comandado por el capitán Cuevas y con el personal de seguridad de cámara al mando del teniente Arrieta, funcionó a la perfección.

Peña Nieto estuvo resguardado todo el tiempo, incluso por las legisladoras priis-tas, lo que le permitió hasta recitar, aunque incompleto, el artículo 87 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Pudo protestar cumplir y hacer cumplir la Constitución -si bien no precisó cuál-, y hasta dibujó un abrazo simbólico y extendió sus brazos en señal de agradecimiento.

Estaba tranquilo y sonriente. Contra el pronóstico del "protestas y te vas", se dio un breve tiempo para regresar sobre sus pasos y saludar a sus correligionarios, como si aún estuviera en campaña. Para ese momento la treintena de legisladores había dejado de gritar, de lanzarle billetes y de exhibir sus pancartas con los emblemas de Soriana y Monex.

A las 11:20 horas, ya investido, Peña Nieto atravesó el vestíbulo, inmerso el ambiente en el coro: "¡presidente...

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