Un oasis de puertas abiertas

AutorAndro Aguilar

FOTOS: ALFREDO MORENO

Sobre la calle Miguel de la Peña y Peña, a 300 metros del barrio de Tepito, las lonas rojizas esconden un letrero muy distinto al de los comercios semifijos que abundan por ahí. No ofrece carteras de piel o loncheras a 20 pesos, tampoco cortinas por 120. Mucho menos armas, yumbina, películas o tinta china. El anuncio es para universitarios foráneos: "¿Vienes a estudiar al DF y no tienes dónde vivir? La Casa Nacional del Estudiante te abre sus puertas".

El edificio, construido en una época en que la zona era conocida como el barrio universitario, recibe a decenas de estudiantes de escuelas públicas.

La lona donde está escrita la invitación no se ve con facilidad. Los comercios informales lo impiden.

Sólo es posible verlo al situarse a tres metros de distancia del portón de madera que resguarda un edificio con más de un siglo de vida. Roída en la parte baja, la puerta da acceso a una joya arquitectónica que desentona con el entorno, no sólo por el tipo de mensajes escritos, sino por sus columnas de piedra estilo renacentista.

La Honorable Casa Nacional del Estudiante (HCNE) fue construida en 1910 por el arquitecto Mauricio de María y Campos, autor también de la sede de la actual Asamblea Legislativa de la Ciudad de México. Y fue posible gracias a una donación de 168 mil pesos hecha por el entonces secretario de Hacienda, José Yves Limantour.

La historia dice que, en este lugar, vivieron personajes como José Vasconcelos, Emilio Portes Gil, Miguel Alemán, Julio Antonio Mella, Ernesto Ché Guevara y Fidel Castro.

El tercer martes de agosto de 2017, el acceso a la HCNE es vigilado por dos estudiantes. Una es Yeceli Galeana Rivera, quien está encargada entre otras funciones de abrir el portón y checar quién entra y quién sale.

Yeceli con una perforación en el pómulo derecho y otra en la nariz usa un radiotransmisor para comunicarse con su compañero que ronda por los pasillos de la casa.

Los designados para hacer guardia son elegidos por un sorteo. No dejan un sólo minuto sin que la puerta esté vigilada. La seguridad es un tema importante para los estudiantes.

El rol de quienes harán guardia en los siguientes dos meses está pegado en un cartelón en la parte interior de la puerta.

El escritorio de madera que ocupa la joven para hacer las guardias luce rayado y desgastado, al igual que el sillón donde está sentada. Las seis sillas y los dos sillones colocados en el espacio central de la casa, conocido por los estudiantes como El Polígono, tienen un desgaste similar.

Buena parte de los muebles son rescatados de la calle después de que alguien los ha desechado.

Al mediodía, hay pocas personas en el lugar.

El silencio y la amplitud para desplazarse contrasta con los cientos de puestos ambulantes, fijos y semifijos, que rodean este espacio colindante con La Lagunilla y Tepito. Es un oasis, dice una estudiante, por el descanso entre la vendimia... pero también por la ayuda que les representa a los jóvenes que la habitan a cambio de pagar 50 pesos mensuales.

UNA BECA

En el centro de El Polígono, los ladridos de un nervioso perro Chihuahua se mezclan con el reguetón que alcanza a colarse del exterior hacia la Casa Nacional del Estudiante.

Frijolito es...

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