Un oasis educativo en la selva urbana

AutorSara Pantoja

Minutos antes de las 09:00 horas, dos adolescentes llegan acompañados de sus madres a un pequeño lugar de la colonia Héroes de Padierna, una de las zonas más marginadas y violentas de la alcaldía Tlalpan, en el sur de la Ciudad de México. De sus mochilas sacan sus trajes tyvek que los cubren de pies a cabeza, se acomodan su cubrebocas y su mascarilla, se frotan las manos con gel antibacterial y se sientan, listos para tomar su clase de regularización de matemáticas.

No es un salón de clases normal. Es un local de unos cuatro metros cuadrados, en la calle Huehuetán, casi esquina con Tekal, el cual el matrimonio de Dalia Dávila y Fernando Lozano llamó Rinconcito de la Esperanza. Es ahí donde enfocan su tiempo, su poco dinero y sus muchas ganas de ayudar a los niños a fin de que no abandonen la escuela ante las dificultades para adaptarse al sistema de clases por televisión abierta que la SEP implantó el año pasado a causa de la pandemia por covid-19.

"Le dije a mi mamá que me sacara de la escuela porque ya no le entendía nada a los maestros, me quedaba con muchas dudas y no tenía a quién preguntarle. Me ponía muy triste porque a mí sí me gusta estudiar, pero así ya no estaba aprendiendo", recuerda Julián, de 13 años, al terminar su clase de regularización de inglés, de primer año de secundaria.

Su frustración creció cuando perdió la beca que tenía por parte del trabajo de su mamá, pues debía mantener un promedio mínimo de nueve, pero las dificultades para entender las clases en la tele lo llevaron a bajar hasta siete. "Iba mal en historia, inglés, matemáticas y física, por eso me quitaron la beca y me puse muy triste, por eso me quería salir. Con la beca me podía comprar mis cosas, ahorré para comprarme la consola (de videojuegos) que quería, y podía ayudar a mis papas; sentí muy feo", recuerda.

La preocupación de Julián por ayudar económicamente a su familia tiene fundamentos: él nació con problemas intestinales, una arritmia cardiaca y asma. Hace siete años regresaba a casa con sus papas a bordo de una motocicleta, después de darle a los abuelos la noticia de que se iban a casar. Pero esa felicidad terminó cuando un conductor ebrio los atropello.

Su madre tuvo múltiples fracturas en el cráneo, la cadera y la mano y el pie derechos. Le dijeron que no volvería a caminar, pero lo hizo. Ahora tiene un par de cirugías pendientes que le han aplazado en el Hospital General del Ajusco Medio, de la Secretaría de Salud del gobierno de Claudia Sheinbaum, porque sólo atiende casos de covid. Así espera, mientras el tumor que se le generó en la cabeza le provoca pérdida de memoria.

La familia creció con la llegada de una hermanita y los gastos se incrementaron. Su papá tuvo que cambiar su trabajo por uno que le dejara tiempo para cuidarlos, pero el sueldo es menor. La pandemia de covid-19 fue el acabóse, pues el virus los atacó a...

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