Los diagnósticos de la pobreza

AutorPedro Vuskovic Bravo
Páginas9-22

    Estas notas se apoyan en los trabajos del autor como investigador del Centro de Investigaciones Interdisciplinarías en Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México, y particularmente en su libro (en proceso de publicación por el Centro) sobre "Pobreza y desigualdad en América Latina". (Nota del autor). El libro fue publicado en junio de 1993. (Nota del editor).

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El desafío de la pobreza

Si los supuestos éxitos económicos de las políticas neoliberales en América Latina son objeto de fundada controversia, las nefastas consecuencias sociales de ellas son en cambio indiscutibles. Las cifras calculadas por organismos internacionales sobre la dimensión actual de la pobreza son, en efecto, alarmantes. Primero fueron los estudios de la CEPAL, que dieron cuenta de 183 millones de personas en América Latina y en el Caribe por debajo de la línea de pobreza en 1989, en comparación con 130 millones en 1970; y la FAO, por su parte, ha infor-Page 10mado que 60 millones de latinoamericanos viven en "hambre crónica".

La abstracción de cifras de esta magnitud pueden evitar que nos conmovamos como debiéramos. El dramatismo que encierran se hace sin embargo inocultable cuando se conocen otras investigaciones complementarias, como es el caso de trabajos recientes de UNICEF. Según el estudio de este organismo publicado bajo el nombre "Los niños de las Américas", en América Latina y el Caribe la mayoría de los niños son pobres y la mayoría de los pobres son niños; seis millones de ellos sufren desnutrición "moderada" y un millón desnutrición grave. El subdirector regional del mismo organismo añade: "estamos perdiendo cada año cerca de un millón de niños menores de cinco años. Esta es la catástrofe más grande en Latinoamérica. Las principales causas de estas muertes son la desnutrición e infecciones —la alianza siniestra— [...] en Latinoamérica hay por lo menos 30 millones de niños de entre 10 y 14 años que trabajan; 15 millones de ellos lo hacen en las calles".

El cuadro contrasta violentamente con la imagen que los medios oficiales y otros organismos internacionales vienen difundiendo de un supuesto éxito de las políticas económicas puestas en práctica en los últimos años. Por el contrario, sugiere que la pobreza ha llegado a constituirse en el mayor de los desafíos de este presente latinoamericano; y que es en relación a ella —más que a los "equilibrios macroeconómicos"— que debiera juzgarse el éxito o el fracaso de las políticas oficiales.

En la resolución o agravamiento de la pobreza se juega además no sólo la situación inmediata de altas proporciones de las poblaciones nacionales, sino el destino de otras manifestaciones básicas de la vida del conjunto de la sociedad. La categoría hoy día tan indiscutiblemente vigente de un "mundo de los pobres" está marcando un proceso de peligrosa desintegración social, en su contraste con un "mundo de los ricos" del que se diferencia cada vez más profundamente en sus condiciones materiales de vida pero también en sus valores, en sus expectativas, en sus perspectivas políticas; de manera que la superación de la pobreza es condición inesquivable para recuperar las posibilidades de una integración social interna, perdida al mismo ritmo en que las políticas predominantes procuran avanzar hacia una integración con el exterior: gran paradoja de la "globalización", reconocida en escala mundial al mismo tiempo que se la pierde en la dimensión nacional.

La misma desintegración social interna termina por ser el mayor de los obstáculos a la preservación de los avances logrados en los procesos de democratización, y con mayor razón a las aspiraciones de una democracia más plena: es la reciente coincidencia también paradójica —e insostenible por mucho tiempo— de avances democráticos con aumento de los grados de exclusión y marginación social, desempleo y pobreza. En éstos está la semilla que acaba por reclamar, para mantenerlos, la represión y el autoritarismo dictatorial.

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Si la pobreza rebasa así, en su significación social, el ámbito económico, la superación de ella tendrá que comprometer también muchos más que las acciones y políticas en el plano estricto de los ingresos familiares y de la disponibilidad de ios bienes y servicios básicos. Las formas de propiedad de los medios de producción, la asimilación del progreso técnico y la prioridades científico-tecnológicas, los términos de relacionamiento de la economía nacional con las economías externas, y los propios hábitos y propensiones de consumo, son todas estas esferas que quedan igualmente comprometidas; como es también la concepción del Estado, sus funciones y responsabilidades.

Es pues de esta complejidad que debieran dar cuenta los diagnósticos sobre la pobreza en América Latina, como condición de eficacia de las políticas que se sustentan en ellos. Sin embargo, las interpretaciones que se ofrecen sobre el significado profundo y las causas determinantes de la pobreza actual son todavía variados y contradictorios, y llevan por lo mismo a la propuesta de distintos tipos de políticas respecto de ella. La persistencia de algunas formulaciones, a veces en abierto contraste con las evidencias de la realidad concreta, se explica no sólo por la lógica aparente del análisis, sino por la fuerza de los intereses que en definitiva se ven protegidos o favorecidos por tales formulaciones. El desafío de la pobreza comienza así en este plano primario del esclarecimiento sobre la naturaleza esencial de esta pobreza latinoamericana.

Algunas referencias básicas

En esa tarea de confrontación de los diagnósticos con la realidad objetiva, puede ser útil tener en cuenta algunas referencias básicas, según se las constata en la situación presente de América Latina o en el registro histórico que ha inscrito con anterioridad.

Una primera constatación se refiere a la perspectiva de tiempo en que hay que comprender la pobreza de hoy. No se trata, en efecto, solamente de una herencia del pasado, secular y ancestral, respecto de la cual la condolencia pudiera limitarse a que no se la supera con suficiente rapidez o intensidad: es, también, una pobreza nueva, generada en el curso de los últimos tiempos, resultado del modo de crecimiento económico y de las características de su evolución social, así como de las políticas puestas en práctica. Desde este punto de vista, cabe hablar no sólo de pobreza, sino de un proceso activo de empobrecimiento: aumenta el número de pobres y se profundiza su pobreza.

Este proceso de empobrecimiento se acentuó particularmente desde comienzos de los años 80, como consecuencia directa de la crisis, que afectó gravemente los niveles de empleo, y consecuencia indirecta de las políticas preconizadas para enfrentarla, que afectaron losPage 12 ingresos familiares de los trabajadores y el acceso de ellos y sus familias al suministro de bienes y servicios básicos. La promesa hecha entonces de que el "ajuste" impondría sacrificios transitorios que luego serían compensados, ha quedado hasta hoy incumplida. Todo lo cual quiere decir que el desafío no se circunscribe a superar una pobreza de siempre, sino a detener y revertir las tendencias a un empobrecimiento cada vez mayor.

En segundo lugar, está la constatación de que las altas proporciones de las poblaciones nacionales que califican en situación de pobreza se registran en casi todos los países de la región, incluidos algunos que han sido exhibidos como modelos de éxito de sus políticas económicas, no obstante la diversidad de los niveles de desarrollo relativo alcanzados. Dicho de otro modo, la pobreza, en América Latina, no se puede explicar como resultado, en relación directa, de un grado de desarrollo de las fuerzas productivas que determinara inexorablemente carencias básicas.

De hecho, varios países de la región han alcanzado niveles promedio de ingreso por habitante suficientes como para cubrir holgadamente las necesidades básicas de alimentación, salud, educación, vivienda y otros consumos esenciales. Lo cual lleva a concluir que no se trata sólo de un problema de crecimiento, sino también de distribución: si unas cuotas de población no alcanzan a satisfacer esas necesidades, es porque otras capas sociales se apropian de proporciones elevadas del ingreso y sustentan unos niveles y formas de vida y consumo muy superiores. Incluso a partir de la crisis, no toda la sociedad ha experimentado el proceso de...

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