La nueva dictadura

AutorJavier Sicilia

En medio de los 100 mil muertos, de los 30 mil desaparecidos, de los cientos de secuestrados y de las constantes y graves denuncias de los organismos nacionales e internacionales por las violaciones a los derechos humanos, no sólo no sabemos todavía cuántos de esos crímenes corresponden al Estado, sino que los gobiernos, que administran a éste, continúan negándolos o endilgándoselos a la delincuencia con la que conviven casi de manera natural.

México vive así -se ha dicho muchas veces- un Estado fallido, un Estado penetrado, un Estado delincuencial o un narco-estado. Sea lo que fuere aquello que esas tipificaciones no logran todavía definir, en realidad se trata de una nueva forma del totalitarismo, o de esa "dictadura perfecta" a la que un día se refirió Mario Vargas Llosa.

En su libro Lo que queda de Auschwitz, Giorgio Agamben señala que la finalidad última de Auschwitz y de los campos de concentración nazis no era el asesinato masivo que en ellos se practicaba, sino la creación de un género de ser humano que el argot concentracionario llamó "musulmanes"; tal vez -dice Agamben entre las varias hipótesis que plantea para tratar de entender el epíteto- porque en el imaginario de la época el "musulmán" era un ser fatalista, un ser sometido a un destino ciego, a un determinismo.

Esos seres que, a fuerza de brutaliza-ción, habían perdido cualquier dignidad, se convertían en una especie de animales tan dóciles que podían usarse para cualquier cosa. Eran absolutamente explotables. Jamás se resistían a nada. Agamben vio en ellos una continuación de la figura de "el hombre sagrado" -hombres a los que, en el derecho arcaico romano, el Estado no protegía y cuya tortura, asesinato o explotación no constituía un crimen en el sentido de la ley-. Vio también en ellos una de las condiciones, a mayor o menor grado, de la existencia del Estado, que en sí mismo reúne la soberanía -el poder de destruir la vida, el uso legítimo de la fuerza- y el gobierno -el conjunto de dispositivos o de instituciones para gestionarla.

En México, tanto el delito, que el Estado dice perseguir pero que no castiga o lo hace de manera selectiva, como la violación de los derechos humanos, que el Estado niega, parecen ir en la misma dirección de la construcción del "musulmán" de Auschwitz. El delito, las cruentas y espantosas dimensiones que en México ha adquirido, y su sistemática impunidad, han ido acostumbrando a una gran porción de mexicanos a vivir en una dócil indefensión...

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