El negocio de la desesperación

AutorIrene L. Savio y Leticia Álvarez Reguera

Viven de la desgracia ajena, como buitres carroñeros. El dolor los atrae y la desesperación hace su negocio. Están allí donde hay migrantes, expectantes de clientes que a su vez son desdichados. Estas aves de mal agüero se han multiplicado en Izmir al mismo tiempo que el Egeo y el Mediterráneo se han convertido en fosas comunes. Abu Alaa es uno de ellos.

-Soy popular porque trato bien a los refugiados sirios, mis embarcaciones son seguras. Los ayudo a buscar un futuro mejor-dice el coyote.

-¿A cuánta gente hiciste cruzar hasta ahora?

-Todos los días trasladamos a unas 150 personas, en dos o tres botes diferentes.

-¿Y si hay mal tiempo?

-Miramos las mareas, y si es peligroso, los barcos no salen. A no ser que nos lo pidan.

Lo dice Abu Alaa y, con impudicia, argumenta que la suya es una tarea bondadosa, que él ayuda a huir de la guerra. Y asegura que hay miles de personas esperando para cruzar a Grecia y que todos los días recibe cientos de llamadas. Por eso ha creado un grupo cerrado de Facebook titulado "El camino a Europa", donde ofrece sus servicios. "Pronto partiremos de nuevo a Europa desde Izmir. Se puede elegir entre un pequeño barco con 35 personas por 800 dólares o uno más grande y seguro para las familias por mil 400 dólares. Los menores de 12 años pagan la mitad y los recién nacidos gratis", se lee en su página. Fátima y Mohamed han decidido viajar en uno de sus botes.

Es el reñejo de un negocio en auge. Un tráfico que, de acuerdo con Europol (Oficina Europea de Policía), involucra a 40 mil personas que provienen de 100 países diferentes, siendo los más recurrentes Bulgaria, Egipto, Hungría, Irak, Kosovo, Pakistán, Polonia, Rumania, Serbia, Siria, Túnez y Turquía.

Aun así, se opera en al menos 230 localidades de Medio Oriente, norte de África y Turquía, entre Aman, Argel, Beirut, Bengazi, El Cairo, Casablanca, Estambul, Izmir, Misrata, Oran y Trípoli.

En Izmir, desde hace tiempo, se respira un aire enrarecido.

-Mira éste: cuesta 10 euros- dice Mohamed mientras señala un chaleco salvavidas en una tienda de zapatos que está en el zoco de la ciudad.

-¡¿Cuánto?!

-El problema es que no sirve, es falso- dice el avispado kurdo avanzando algo que quedará comprobado más tarde.

No tienen límites las aves carroñeras. Lucran con todo. No sólo organizan viajes de la muerte en frágiles barcazas de plástico y producen pasaportes falsos, también venden imitaciones baratas de chalecos que, en lugar de ayudar a los náufragos a notar, los hunden más.

Pasaportes a la carta

Atenas. Soubhi, un intérprete de Latakia, camina por una plaza de Omonia reconvertida en punto de encuentro de migrantes y pequeños delincuentes. Con unos vaqueros desgastados y una boina de cuadros, Soubhi tiene aspecto de turista algo excéntrico, parece un hypster en busca de experiencias. Habla varios idiomas, incluido el español y el griego, y por ello se mueve con naturalidad en el entorno.

Pero también él quiere seguir su viaje. Pacta con su contacto un encuentro y permite que lo acompañemos. Solo hay una regla: por su seguridad, pide que no se revele el lugar del encuentro.

Nos adentramos en...

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