Por qué necesitamos el activismo judicial

AutorMiguel Carbonell
Páginas34-35

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En los últimos años se ha producido una interesante discusión en México sobre el papel que debe tener el Poder Judicial en un Estado democrático. La nueva centralidad de la Suprema Corte ha molestado a muchos actores políticos y no han faltado académicos que han rescatado la vieja cantinela sobre los peligros del gobierno de los jueces.

Hay quienes advierten que el activismo judicial es nocivo y que los jueces deben ejercer con mayor rigor el selfrestraint. Sin darse del todo cuenta, algunos críticos en realidad están objetando el modelo del Estado constitucional en su conjunto.1

Desde luego que puede objetarse -y será cuestión de ver con qué fundamento- el modelo en su conjunto, pero no es válido apuntar sólo contra uno de sus cimientos, que es el papel central de la jurisdicción, a la que la misma Constitución impone en ocasiones cierto activismo, que desde luego nada tiene que ver con el aventurerismo, justamente denostado, propio

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de ciertas recusables modalidades del actuar judicial.2

La realidad es que el nuevo papel de los jueces ha permitido avanzar hacia una "juridificación" del sistema democrático, sometiendo a la política a la lógica de la legalidad (al menos en el nivel del discurso; otra cosa es lo que sucede en la realidad de todos los días, sobre todo en países, como muchos de América Latina, en los que la imposición de las reglas jurídicas a la vida política todavía deja mucho que desear).

No se trata de defender una posición "invasiva" de la jurisdicción sobre la política.3 Todo lo contrario: la idea es asegurar ámbitos claramente diferenciados para una y otra. La política puede llegar hasta donde le señala la Constitución, entendida como la norma encargada de delimitar el perímetro de la ferrajoliana esfera de lo indecidible; la jurisdicción, por su parte, debe actuar de tal manera que no asfixie a la democracia por exceso, ni por defecto, lo cual se puede dar casi por descontado si los jueces se ajustan aunque sea mínimamente a las normas que los rigen.4

La nueva centralidad de la Suprema Corte ha molestado a muchos actores políticos y no han faltado académicos que han rescatado la vieja cantinela sobre los peligros del gobierno de los jueces.

Ahora bien, situemos la discusión en sus justos alcances. No se ha verificado nunca en la historia un desbordamiento de las funciones de los jueces por exceso de activismo. Tomemos el ejemplo más conocido sobre un tribunal activista: la Suprema Corte de los Estados Unidos mientras fue presidida por Earl Warren, entre 1953 y 1969.5 ¿Qué hizo ese grupo de jueces que no fuera estrictamente apegado al paradigma irrenunciable...

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