Mujeres de Madera

AutorAlma Gómez Caballero

Durante los últimos 40 años hemos hablado con orgullo de nuestros muertos, los hemos calificado como revolucionarios, la escala máxima de la especie humana; mantenido vivo su recuerdo, pregonado las motivaciones y justeza de su lucha, el análisis de su pensamiento a la luz de la teoría revolucionaria, su ubicación en el contexto mundial y latinoamericano, la trascendencia de su lucha en el México actual, el legado histórico que dejaron, su inserción en la modernidad a través de internet, etcétera. Doña Herculana Adame no es sólo la madre abnegada y amorosa de Matías. Es la mujer consciente que le grita a su hijo preso por participar en las invasiones de tierra: "¡Hijo, primero muerto que dejar de ser hombre!". Es la mujer que, con lenguaje claro, profundo y vehemente, hablaba en aquel mitin en Saucillo en 1964, explicando cómo l@s campesin@s producían riqueza con su trabajo en las tierras de los latifundistas, mientras estos se coluden con autoridades, policía e Iglesia para mantener su poder contra los más pobres. En ese mitin las estudiantes de la Normal Rural para mujeres, Ricardo Flores Magón, fuimos agredidas con huevos, palos, víboras y gases por una turba de jóvenes envenenados por el clero y los caciques.

¿Quién habla de doña Albertina Gaytán Aguirre? Campesina que no sólo es la madre de Antonio y Lupito Scobell, uno muerto en Madera y el otro fusilado por el Ejército en Tepozaco, Sonora, en 1968, sino que además acompañó la lucha de los pobladores de Cebadilla de Dolores, del municipio de Madera, por la tierra, la democracia y la dignidad, junto con doña Aurelia Aguirre Ramos, madre de Salomón y Juan Antonio. Doña Elodia García, madre de Arturo y Emilio, que no quiso identificar el cadáver de Arturo para que siguiera cabalgando y ganando batallas como el Cid, después de muerto. Doña Elodia buscó, junto con otras madres, a Jacobo, su otro hijo, desaparecido en 1974, y acompañó en el exilio a Lolita y Amalia, sus hijas presas por participar en la guerrilla de los setenta.

Doña Loreto Ramírez Uranga, mi abuela, mujer humilde, campesina analfabeta que se vanagloriaba de que su hijo Pablo murió luchando por lo que creía.

Doña Consuelo Salinas Domínguez, que en silencio, con entereza y orgullo sobrellevó la muerte de Óscar, posteriormente la lesión de Héctor en la agresión de los rurales a una manifestación, mejor conocida como la Batalla del Chuvíscar, que a decir de la gente fue la única que ganó Giner en su vida de general. Por si...

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