Mujeres con discapacidad y su derecho a la sexualidad

AutorMaría del Pilar Cruz Pérez
CargoUniversidad Autónoma Metropolitana, México
Páginas147-160

Como las feministas de los años sesenta y setenta, que “descubrieron” la exclusión de las mujeres de la historia, que pusieron de manifiesto la experiencia de la pobreza y la discriminación de las mujeres, que insistieron en que había que reconocer y detener la violencia contra las mujeres, nosotras estamos motivadas por la sensación de ofensa e injusticia. Nos ofende que se silencien nuestras voces, de manera que no se reconozca la opresión que padecemos, y definimos como injusticia la exclusión de las personas discapacitadas del núcleo de la sociedad.

JENNY MORRIS1

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El presente artículo tiene su origen en una investigación realizada entre los años 2000 y 2002 en la ciudad de México, cuyo propósito principal fue explorar y comparar las experiencias de pareja en mujeres con discapacidad física y sin ella.2

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Entre los principales hallazgos obtenidos en dicho estudio se tiene que, a pesar de que socialmente se asignan normas y valores diferenciados a las mujeres en función de su condición física, y a que existe desigualdad en el acceso a recursos sociales y afectivos para unas y otras, la discapacidad no constituye un factor que imposibilite las prácticas erótico-afectivas.3

Al mismo tiempo, la investigación mostró que romper los estereotipos sociales es un proceso complejo, a lo largo del cual las mujeres con discapacidad debieron enfrentar obstáculos, sobre todo relacionados con el acceso a información y a servicios de salud sexual y reproductiva.

El análisis de esta situación cobra importancia si consideramos la convergencia de algunos hechos en el contexto actual. Por un lado, los cambios sociales producidos en las últimas décadas, que han promovido la educación sexual como una prioridad tanto para el ejercicio de una sexualidad placentera como para la prevención de ITS, SIDA y embarazos no deseados, que se han convertido en la preocupación de médicos y profesionales de distintos campos, lo que ha dado lugar a una nueva forma de vivir e interpretar las prácticas sexuales.4 Por otra parte, el trabajo impulsado por el nuevo movimiento feminista, que también ha centrado su interés en la libertad de decisión sobre el propio cuerpo y el ejercicio sexual de las mujeres, y ha reivindicado la sexualidad femenina con formas de placer propias y específicas, y poniendo de manifiesto los abusos sobre el cuerpo femenino.5 Por último, la ausencia de información que dé cuenta de estas necesidades entre las mujeres que por diversas circunstancias no entran en la categoría de “normales”, como es el caso de quienes presentan alguna discapacidad.

Aunque en los últimos años ha cobrado importancia la necesidad de integrar este sector de la población a todas las esferas de la vida cotidiana, en nuestro país los proyectos destinados a tal fin se han centrado principalmente en propiciar mayores opciones y oportunidades educativas para lograr su integración laboral, dejando de lado el reconocimiento a sus derechos sexuales y reproductivos, situación que sólo en pocas ocasiones ha sido abordada. Por lo anterior, a lo largo de este trabajo se procurará dar cuenta de las dificultades que relataron algunas mujeres con discapacidad para ejercer estos derechos, así como las estrategias que pusieron en marcha para superarlas.

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Con el fin de dar una visión más clara de esta problemática, en principio se exponen brevemente algunos aportes de la categoría género para la comprensión de la desigualdad social, posteriormente se revisa el contexto en que emerge y se consolida el concepto derechos sexuales y reproductivos con miras a entender los aspectos que comprende y las condiciones que permiten o dificultan su ejercicio pleno; por último, se procura establecer un vínculo entre las categorías cuerpo, discapacidad y género para contextualizar y analizar algunos testimonios sobre las prácticas sexuales y reproductivas de mujeres con discapacidad física a fin de sustentar los planteamientos sobre la vulnerabilidad en que se encuentra este sector de la población al ejercer sus derechos sexuales y reproductivos.

El género y sus aportes para la comprensión de la desigualdad social

Durante los últimos treinta años, un creciente número de investigadoras de las ciencias sociales ha tratado de desarrollar análisis que permitan conocer los aspectos relacionados con la subordinación de las mujeres. Se trata, dice Gomáriz,6 de construir un estudio sistemático de su condición, explorar su papel en la sociedad humana y descubrir las vías de emancipación; es decir, su orientación no es sólo al diagnóstico de la condición femenina, sino la búsqueda de nuevos caminos para transformar esta situación.

En el plano académico, los estudios de las mujeres se consolidaron como una corriente interdisciplinaria de carácter heterogéneo en sus marcos teóricos, metodológicos e instrumentales: “líneas políticas y teórico-metodológicas distintas”,7 con lo cual el pensamiento feminista contemporáneo llegó a crear —y a teorizar con ellas— diversas categorías de análisis, entre las cuales han destacado el patriarcado y el género, siendo esta última el eje principal de análisis de este trabajo.

En la década de los ochenta se consolidaron los análisis desde una perspectiva de género, y a partir de entonces muchas autoras han definido e incorporado dimensiones cada vez más complejas a la categoría para comprender los fenómenos sociales.8

Scott9 afirma que la categoría de género está compuesta de dos partes relacionadas pero analíticamente distintas. La primera: “un elemento constitutivoPage 150 de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos”, constituida por cuatro elementos: símbolos culturales de lo femenino y lo masculino, conceptos normativos que manifiestan las interpretaciones y significados de los símbolos, nociones políticas o referencias de instituciones y organizaciones sociales sobre las diferencias por género, así como la identidad subjetiva.

En la segunda, lo traduce como “campo primario dentro del cual o por medio del cual se articula el poder”;10 es decir, el género estructura la percepción y organización concreta y simbólica de la vida social a través de la que distribuye el poder, entendido como el conjunto de relaciones de fuerza presentes en un dominio dado.11 Así, una situación de poder es la resultante del equilibrio o desequilibrio entre dos o más personas o instituciones, en donde mediante un discurso se determina lo normal o anormal, verdadero o falso de una situación, contexto o actividad, en cualquier ámbito social.

Marta Lamas12 añade una característica útil e importante para el uso de la categoría: “aunque la estructura de la sociedad sea patriarcal y las mujeres, como género, estén subordinadas, los hombres y las mujeres de un mismo rango (clase) están mucho más cercanos entre sí que con hombres y mujeres de otro status”, lo cual implica que esta categoría no sólo reconoce la variedad de formas de organización, interpretación y reconocimiento simbólico de las diferencias sexuales, sino también la especificidad del contexto, la variedad histórico-social y la presencia de las categorías clase, etnia, edad e incluso discapacidad. Así, para entender la desigualdad entre las mujeres es importante tener en cuenta las diferencias corporales y físicas (discapacidad), en la forma desigual de acceso a ciertos recursos sociales y afectivos, lo cual se puede traducir en la diversidad de formas en que éstas ejercen sus derechos.

La categoría género implica, pues, hablar de desigualdad social y relaciones jerárquicas de poder, las cuales, considerando el contexto social e histórico específico, nos permiten preguntarnos e intentar comprender cómo y por qué se establecen relaciones desiguales entre hombres y mujeres. Pero, además, supone un eje de diferenciación social que constituye un entramado de relaciones interpersonales e institucionales de poder, articulado con la clase social, la etnia, el grupo de edad, la condición física, etc., y representa una herramienta de análisis útil para comprender el tema que nos ocupa, pues es un factor relevante que apunta a dilucidar las formas en que las construcciones culturales y subjetivas de la masculinidad/feminidad, entretejidas con otras determinantes sociales, reproducen el acceso desigual a las derechos sexuales y reproductivos de las mujeres con discapacidad.

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El campo de los derechos sexuales y reproductivos

La preocupación por la salud sexual y el control de la reproducción también han sido temas prioritarios en la agenda de los movimientos de mujeres y del feminismo de la nueva ola en el mundo;13 no obstante, apenas en la década de los ochenta aumentan considerablemente los grupos y organizaciones de mujeres que “denuncian los atropellos de que son objeto por parte de las personas encargadas de prestar servicios de salud materna y planificación familiar”.14

Ante esta necesidad, y en el marco de importantes cambios sociales, políticos y económicos,15 se integran redes, grupos y asociaciones que centran sus actividades en identificar las demandas de las mujeres en salud reproductiva, en proponer políticas públicas destinadas a mejorar sus alternativas de atención a la salud y en la búsqueda de integrar a los hombres en el control de la fertilidad.16

A finales de los ochenta, desde el seno de estos grupos, se construye y promueve el concepto de derechos sexuales y reproductivos, con el fin de favorecer el desarrollo de una lucha mucho más clara por el reconocimiento del derecho de las mujeres a decidir de manera libre su maternidad y el momento para ello, la anticoncepción segura, eficaz y sin...

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