Muerte en la prepa 6

AutorBeatriz Pereyra

Fue un compañero de Manuel Antonio quien lo sacó del fondo de la fosa, pues Gómez Rosales se rehusó a rescatarlo. Dos alumnas le dieron los primeros auxilios, porque el profesor tampoco sabía aplicar las maniobras de reanimación cardiopulmonar.

Compañeros del grupo 406 del plantel -ubicado en Coyoacán, en el sur de la Ciudad de México- piden justicia para Manuel Antonio. Entrevistados por este semanario, los muchachos narran los minutos de terror que vivieron. Dolidos por la pérdida de Manuel Antonio e indignados porque las autoridades universitarias quieren persuadirlos de que fue "un accidente", hablan con la convicción de que los padres del menor tienen derecho a saber qué ocurrió aquella mañana.

Por tratarse de menores de edad y para evitar represalias se omiten los nombres de los declarantes.

El jueves 6 el grupo 406 se presentó a las 9:30 de la mañana a la clase de educación física que imparte Gómez Rosales. Los alumnos, divididos en principiantes, intermedios y avanzados, entraron a la alberca de 1.30 metros de profundidad. Como ya es costumbre que la única indicación del maestro es "naden", los estudiantes nadaban como podían, porque en esa clase sólo iban a "chapotear".

De acuerdo con los testimonios recabados, es frecuente que los alumnos más avanzados naden en la fosa de clavados que tiene una profundidad de seis metros. Como el agua de la alberca está más fría, muchos prefieren estar en lo que llaman "el jacuzzi de clavados".

El miércoles 5, Gómez Rosales les dijo a los principiantes y avanzados que debían entrar a la fosa para "perderle el miedo al agua". Así lo hicieron. El maestro les indicó que se asieran de la orilla y soltaran el cuerpo. Durante la clase estuvo supervisando a los novatos.

Pero el jueves 6, para no variar, el profesor tenía puesta la mirada en su teléfono móvil. Los muchachos no saben si estaba chateando o poniendo a prueba sus habilidades con algún juego. De lo que sí están seguros es que, clavado en su celular, se fue caminando hacia su cubículo que está enfrente de la alberca, desde donde no se alcanza a ver la fosa.

De pronto, alguien comentó que el maestro dio permiso para que todos se metieran a la fosa. Y así lo hicieron. También Manuel Antonio, de quien sus compañeros no están seguros si sabía nadar o no. Sólo les consta que cuando hicieron las pruebas para clasificarlos él eligió quedarse en el grupo de principiantes.

"Antonio intentó cruzar la fosa de extremo a extremo, pero a la mitad se paró. Ya no llegó. Se veía que no sabía flotar, porque se empezó a hundir, a desesperarse, y se seguía hundiendo. Dos de mis compañeros intentaron ayudarlo, pero como también son principiantes también a ellos los empezó a hundir y los tres se estaban ahogando, porque ninguno sabe nadar bien", refiere un alumno.

"Empezamos a gritar: 'auxilio, profesor, ayúdenos'. Pero como al principio gritábamos bajito, algunos pensamos que era una broma", dice uno de los jóvenes. Otro más añade: "Yo primero vi que Antonio estaba moviendo las manos, que salió y que ya había tomado aire. Luego ya no manoteó ni chapoteó, sólo sacó la cabeza y...

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