El movimiento de los inmigrantes indocumentados en Estados Unidos

AutorArturo Santamaría Gómez
Páginas99-120

Arturo Santamaría Gómez. Profesor adscrito a la Facultad de Ciencias Sociales en la Universidad Autónoma de Sinaloa. Dirección electrónica: santamar24@hotmail.com

Page 100

Introducción

Según el censo de 2000, había 8.4 millones de inmigrantes indocumentados en los Estados Unidos. Para 2005, el Centro Hispánico PEW ya estimaba la cifra en aproximadamente 12 millones. De ellos, se calculaba que 78% eran centro y sudamericanos, y 56%, mexicanos. Los hispanos en su conjunto se convirtieron desde el 2000 en la minoría más grande en los Estados Unidos y en el grupo étnico que crece con mayor rapidez en el país. En 2006 ya eran 14.4% de la población, y se estima que serán 25% en el 2050; además de mayoría en ciudades como: Los Ángeles, San Diego, San José y San Francisco, en California; San Antonio, Houston y Dallas en Texas; Chicago, Illinois, y la ciudad de Nueva York, entre otras. Los trabajadores inmigrantes indocumentados según el mismo Centro Hispánico,1 en el nivel nacional conforman 14% de los trabajadores de la construcción; 17% del personal que labora en la limpieza; 12% del que trabaja en restaurantes; y 25% del que labora en la agricultura.

La Propuesta de Ley HR 4437 (Ley para la Protección Fronteriza, Antiterrorismo y Control de la Inmigración Indocumentada), aprobada el 16 de diciembre de 2005, fue el detonador que generó en la comunidad latina una movilización sin precedentes y una politización súbita y masiva. La politización pasó de los grupos de activistas a las discusiones en las escuelas, los centros de trabajo y los hogares. En una reacción inmediata a la decisión de los legisladores, las organizaciones de activistas latinos, de defensa de los inmigrantes y de derechos humanos, se reunieron para planear las acciones con las que confrontarían la ofensiva anti inmigrante. A pocos días de empezar el año (el 12 de enero), líderes de las comunidades latinas se reunieron en la costa oeste para programar actividades conjuntas, mientras en la costa este se lanzaba un boicot a las bebidas alcohólicas durante el mes de febrero, prácticamente como un ensayo de lo que se haría el 1 de mayo. En Los Ángeles, un amplio abanico de organizaciones pro inmigrantes se dio cita en la histórica Placita Olvera para formular un plan de acción, y el 11 de febrero en Riverside, California, se llevó a cabo la primera Cumbre de Liderazgo Mexicano /Latino, en donde alrededor de 500 líderes de todo Estados Unidos planearon la realización de marchas multitudinarias en California, Nevada, Illinois, Texas, Arizona y Nueva York. A partir de la primera marcha en Los Ángeles, se empezaronPage 101 a perfilar las características simbólicas que unirían a todo el movimiento: vestimenta blanca, banderas estadounidenses y mexicanas, y el pacifismo de los participantes. El lunes siguiente, 27 de marzo, el Comité Judicial del Senado presentó una propuesta alternativa a la ley HR4437, escrita por los legisladores Hagel y Martínez, que proponía una vía para que los inmigrantes indocumentados se hicieran de la ciudadanía, pero la propuesta fue rechazada por el pleno de la Cámara Alta. Sin embargo, esos intentos de encontrar caminos alternativos a la propuesta de Sensenbrenner eran un indicador del poder de las movilizaciones.

Así, la primera fase del movimiento se desplegó del 12 de enero –con la primera reunión de líderes latinos al 1 de mayo– con las marchas en 250 ciudades y el primer boicot nacional en la historia de Estados Unidos. Una segunda etapa se empezó activar ya no en las calles sino en los barrios, escuelas, centros laborales, espacios de cabildeo del Senado y la Cámara de Representantes.

Las movilizaciones de primavera mostraron a las comunidades hispanas que tienen un poder colectivo y emergente. Después del 1 de mayo, los trabajadores inmigrantes no regresarán fácilmente a las sombras; al margen de lo que decida el Congreso. La lucha por la legalización se vinculará con otros problemas sociales tales como: el derecho aprender y hablar la lengua materna; el combate al excluyente sistema de justicia; a los sueldos miserables y la falta de seguro médico.

Antecedentes cercanos

La primera gran expresión de descontento social de los inmigrantes latinos, posterior al Movimiento chicano, –en ese caso totalmente espontánea y sin dirección alguna– fue la participación en la rebelión angelina de South Central en 1991. En los sesenta y setenta hubo líderes sindicales y sociales como César Chávez y Bert Corona, en California, Guadalupe Sánchez, en Arizona y Antonio Orendain, en Texas que organizaron luchas de los trabajadores indocumentados.2

En efecto, durante la rebelión de abril a principios de 1991 en los barrios de South Central, –una zona donde se mezclaban en cuotas demográficas similares tanto negros como inmigrantes mexicanos, y que a inicios del siglo XXI era ya casi exclusivamente latino–, los actores más visibles de laPage 102 revuelta popular fueron los negros. Sin embargo, la participación de los latinos fue tan numerosa como la de la población afroamericana. Por ejemplo, de los primeros 5,438 arrestados entre el 30 de abril y el 4 de mayo, 2,022 eran negros; 568 eran blancos; 84 fueron clasificados como “otros”; y 2,764 eran latinos. De estos últimos, según el Departamento de Inmigración y Naturalización, “La Migra”, 1,200 eran indocumentados. De los primeros 477 indocumentados arrestados, de acuerdo con estimaciones de la misma policía migratoria, 362 eran mexicanos; 62, salvadoreños; 35, guatemaltecos; 14, hondureños; 2, jamaiquinos y el resto, de otros países.3

La manera de involucrarse en el conflicto también tuvo características diferentes según cada grupo étnico. Los latinos, por ejemplo, fueron detenidos por saqueos más que por incendios o destrucción de locales comerciales. En los Tribunales argumentaron que su participación obedecía a años de frustración y discriminación, y no a una respuesta por el veredicto judicial contra Rodney King; hombre negro acusado de resistencia a la autoridad, a pesar de ser brutalmente golpeado por la policía de Los Angeles. Es decir, en 1991 vimos ya a inmigrantes indocumentados participar en las protestas y estallidos sociales de la zona metropolitana de Los Angeles, que se convirtió en el principal centro de movilización de las manifestaciones durante el 2006.

La revuelta de 1991 tuvo ribetes delictivos y carecía de un objetivo social definido; sin embargo, a la vez mostraba una enorme carga de descontento social tanto de las capas pobres nativas como de los inmigrantes de origen latinoamericano. El argumento común, sostenido por numerosos investigadores sociales y periodistas, de que los inmigrantes –y más particularmente los indocumentados– no participaban en las organizaciones y movimientos sociales de Estados Unidos era falso, y lo demostraba más que los motines de 1991, la participación en numerosas luchas sindicales, vecinales, educativas y culturales a lo largo de varias décadas, pero había tenido un bajo perfil y sólo expresión local. James Petras analiza esta incorporación subterránea a la sociedad estadounidense de manera muy aguda:

La primera oleada de inmigrantes, en los años ochenta, como epílogo del choque neoliberal y del terror militar, buscaba trabajo de cualquier tipo, en el anonimato e incluso en las peores condiciones; muchos de sus componentes disimularon su pasado militante pero no lo olvidaron. A medida que la afluencia de trabajadores inmigrantes aumentaba, en las principales ciudades de Ca-Page 103lifornia, Texas, Arizona y Nuevo México se concentraban grandes cantidades de trabajadores latinoamericanos. Ello condujo a la creación de una densa red de clubes sociales, culturales y deportivos, y de organizaciones informales basadas en anteriores vínculos familiares, de barrio o regionales. Florecieron muchos pequeños negocios, aumentó el poder adquisitivo, aumentó también la asistencia de niños a escuelas en que los latinoamericanos ya eran mayoritarios, y numerosas estaciones de radio se dirigían a los trabajadores inmigrantes en su propia lengua. Pronto, el sentimiento de solidaridad creció por la simple fuerza del número, la facilidad de comunicación, la proximidad de otros trabajadores compatriotas, y por encima de todo de la experiencia común de una explotación no sujeta a regulación ni a moderación, en los peores y peor pagados empleos, todo lo cual iba acompañado de actitudes racistas por parte de empresarios, trabajadores blancos, policías y otras autoridades(…) La anterior militancia proveniente de la resistencia popular masiva a los escuadrones de la muerte en El Salvador, el gusto por la libertad y la dignidad adquirido durante el periodo sandinista en Nicaragua, los múltiples movimientos campesinos de México “salieron del armario” y hallaron nueva expresión social en el movimiento de masas de los trabajadores inmigrantes.4

En el escenario de fondo de las históricas movilizaciones de marzo, abril y mayo de 2006 posaban décadas de organización silenciosa y paciente de los trabajadores indocumentados a través de sindicatos, clubes de oriundos; organizaciones de barrio estudiantiles, religiosas, artísticas, políticas, empresariales, deportivas, etc... Quedan como precursores en la organización de los inmigrantes sin documentos agrupaciones pioneras como: el Centro de Acción Social Autónoma (CASA), los pequeños partidos de izquierda estadounidense; los sindicatos de trabajadores agrícolas de Texas, Arizona y Ohio, que dirigieron –respectivamente– Antonio Orendáin, Guadalupe Sánchez y Valdemar Velásquez; el Sindicato Internacional de Trabajadores de la Costura, que con Miguel Machuca, Cristina Vázquez y Tony Orea, a partir de los setenta...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR