Las Mil y Una Noches

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LAS MIL Y UNA NOCHES
abía una vez dos hermanos: Schariar, rey de Persia y Scha-
zenand, rey de la Tartaria, de quienes refiere una crónica
que sufrieron mucho por la infidelidad de sus mujeres, lo cual
sugirió a Schariar una venganza tremenda: dispuso casarse
cada noche con una mujer distinta y ordenó a su gran Visir20
que, al amanecer el nuevo día, estrangulase a la recién despo-
sada. Esta orden consternó al pueblo y le indujo a maldecir de
su soberano.
El gran Visir tenía dos hijas, las dos jóvenes y de sorpren-
dente belleza; pero Scheherezada, mayor de edad, lo era tam-
bién en prudencia y en sabiduría. La pequeña se llamaba
Dinarza. Y sucedió que Scheherezada, con el propósito de vol-
ver la paz a su pueblo, quiso casarse con el rey, porque si logra-
ba vivir durante algunos meses, podría conquistar su cariño y
amenguar su crueldad.
Para conseguirlo, la noche, de sus desposorios encargó
a
Dinarza que la despertase antes del amanecer y le dijese:
20Visir: Ministro del rey.
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“Hermana mía ¿no quieres contarme un cuento? Porque ya no
podré dormir más en el día”. —Lo cual se cumplió como fue
encargado, de modo que Scheherezada contó un cuento, pues
el rey se lo permitía y tomaba interés en el relato. Pero como no
terminase aún cuando amaneció y el rey tuviese necesidad de
atender sus labores, le fue concedido un día más de vida a la
esposa para que acabara su cuento. Lo que se repitió mil
no ches y una noche, durante las cuales Scheherezada mantuvo
el interés del rey con cuentos maravillosos como la historia de
Simbad el marino, la historia del pájaro que habla, del árbol
que canta y del agua de oro y la historia de Aladino o de la
lámpara maravillosa.
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HISTORIA DE SIMBAD EL MARINO
urante el reinado de un famoso Califa,21 vivía en Bagdad22
un pobre mandadero que se llamaba Himbad. Fatigado
un día de gran calor con el peso de su carga, se paró en una
calle estrecha, donde reinaba un fresco agradable y perfumado
que convidaba a tomar algunos momentos de descanso.
Sentóse junto a un gran edificio, en el que se celebraba sin
duda algún festín, a juzgar por los instrumentos músicos que
se oían confundidos a ese ruido especial que produce siempre
la alegría de los convidados. Quiso el buen mandadero averi-
guar lo que hubiese, y dirigiéndose a uno de los criados que es-
taban en el pórtico, le preguntó el nombre del dueño de la casa.
—¿Es posible —exclamó el criado— que vos, vecino de
Bagdad, ignoréis que vive en este palacio el célebre Simbad el
marino, ese famoso viajero que ha recorrido todos los mares
que alumbra el sol?
21Califa: Título del soberano.
22Antigua capital del Califato de Oriente.
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