Migraciones, exilios y traumas síquicos

AutorEnrique Guinsberg
CargoUniversidad Autónoma Metropolitana, México.
Páginas161-180

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El tema de exilios, migraciones y todo tipo de cambios

de residencia es tan viejo como actual: éstos se han producido desde el inicio de la historia y nunca han dejado de existir, aunque con diferentes vicisitudes. Con las herramientas teóricas y conceptuales de cada época se observaron y estudiaron sus causas -políticas, económicas, sociales, culturales- y sus consecuencias, pero las sicosociales que ellos producen comenzaron a ser analizadas apenas en las últimas décadas por la conjunción del desarrollo de las disciplinas sicológicas y el incremento de situaciones de salidas forzosas de los países de origen en los últimos tiempos. Ambos aspectos alcanzan un nivel importante en la década de los ochenta, periodo de auge del exilio latinoamericano, donde los estudios e investigaciones -este artículo se apoya en ellas y en la práctica concreta realizada- alcanzaron su madurez cuantitativa y cualitativa.1 Es entonces una problemática que debe ser estudiada desde una categórica perspectiva transdisciplinaria, es decir, como un todo que incluye muchas visiones disciplinarias, o sea, como una síntesis de múltiples determinaciones.

En efecto, como correctamente se sintetiza en un reciente trabajo publicado en México, y del que luego se tomarán datos y ejemplos muy expresivos, Page 162 hablar de exilio [esto también vale para las migraciones] lleva implícita la figura del exiliado, categoría moldeada por la subjetividad, la ambigüedad e incluso la contradicción. Ante los exilios registrados en un tiempo y espacio precisos, surgen las fases subjetivas de los entes históricos. Entonces, estudiar cualquier éxodo implica también comprender al exiliado, tomar en cuenta dimensiones sicosociales y sociológicas. Ello permitirá entender mejor cómo ha sido vivida la experiencia, pese a las visiones parciales y limitadas [...] Todo investigador que se interese por el tema del exilio, inmediatamente habrá de percibir que, para comprenderlo en toda su amplitud, su riqueza y vicisitudes, debe recurrir a las diversas áreas de la sensibilidad y el conocimiento. Asimismo, tendrá que privilegiar lo subjetivo e individual frente a los hechos fríos y precisos. Importa menos saber la cantidad de exiliados que sus motivaciones; las estadísticas y las gráficas que la economía y la sociología tanto exaltan, en este caso deben emplearse como mera referencia. Se trata de llegar al corazón de las experiencias y las vivencias únicas e irrepetibles; de recuperar los sentimientos, las esperanzas, las desilusiones, los alientos y las formas diversas de reconstrucción de las vidas.2

En la convocatoria para este número de la revista sólo se mencionan las migraciones, por lo que es preciso hacer mención también de los exilios: ambos tienen características similares y diferentes, por lo que es importante comprender las significaciones de cada cual, lo que no siempre resulta fácil. Para la Enciclopedia Británica, exilio es "una ausencia prolongada del propio país impuesta por las autoridades competentes en calidad de medida punitiva", definición que tiene un sentido histórico -en griegos, romanos, anglosajones- con un valor de castigo para quienes violaban la ley y eran "arrojados fuera", o sea, condenados al ostracismo. Hoy es diferente, ya que raramente es un castigo impuesto por la ley, sino más bien una elección del exiliado para no sufrir las consecuencias que le acarrearía quedarse en su país, y generalmente se produce en conocidas condiciones de riesgo, inseguridad o clandestinidad.3 Por ello, una de las definiciones posibles sería que "exiliado es aquel que está obligado a expatriarse por imposición (ya sea ésta declarada o no, elegida o no) del poder político dominante, so pena de ser detenido o permanecer indefinidamente en prisión, o ser torturado o eliminado (él y/o sus familiares, allegados o amigos)".4

Entonces, en los exilios hay un "precario elemento volitivo [...] Se opta por exiliarse cuando no se está de acuerdo con el régimen político y económico imperante en donde se ha nacido; cuando se ha intentado sin éxito un cambio y se ha adquirido el carácter de opositor del gobierno y, por ende, de enemigo suyo Page 163 y perseguido por él".5 El factor político es por tanto lo central en la diferenciación con las migraciones, fenómeno que responde básicamente a causas socioeconómicas, es decir, a carencias vitales para los hombres y sus familias (alimento, trabajo, etc.) que los impelen u obligan a buscar otros rumbos, y no a imposiciones como las apuntadas. En este sentido, el caso mexicano es un claro ejemplo, donde el traslado de decenas de millones de personas a Estados Unidos -al igual que de centroamericanos y de múltiples naciones- no responde a riesgos políticos, sino a la búsqueda de condiciones de trabajo y de vida negadas en sus países, a un imaginario respecto a posibilidades de "progreso" (reales o fantasiosas), etc. Se trata de una salida que puede ser permanente o momentánea, en la que existen posibilidades de regreso permitidas y sin riesgos.

Pero, como todo intento de definición, lo anterior no es absolutamente claro y son muchas las situaciones en las que ambos fenómenos son comunes. Sin entrar en sutilezas, puede decirse que, en última instancia, las migraciones también responden a causas políticas pero distintas a las del exilio, al ser producto de formas de gobierno o culturales que no ofrecen condiciones de vida satisfactorias a sectores de su población. Por otra parte, puede verse que muchas veces un emigrado o grupos de ellos se convierten en exiliados o, a la inversa, éstos en emigrados cuando desaparece la razón política causante de su situación originaria (sea por razones de tiempo y asentamiento en el país, por ventajas económicas y formas de vida, por establecimiento de un marco familiar, etcétera).

Pero en uno o otro caso es incuestionable que son problemas actuales de gran envergadura en todo el mundo. Sin analizar todos y cada uno de ellos, es posible ver que en nuestro continente existieron y existen los que ya pueden considerarse clásicos de las también clásicas dictaduras de hace pocas décadas: recuérdese que Uruguay llegó a tener 20% de su población fuera de su país (por exilio o migración) y Chile 10%,6 mientras que se mencionaba un porcentaje similar a este último para Argentina en tiempos de la dictadura militar. En cuanto a migraciones -en condiciones de legalidad o ilegales-, también son clásicas las de bolivianos y paraguayos a Argentina, las citadas de centroamericanos y mexicanos a Estados Unidos, etc.; y en estos momentos se producen conocidas mutaciones donde países clásicos de recepción de una inmigración que constituyó parte muy importante de su bagaje cultural, como es el caso de Argentina, se convierte en lo inverso por causas de una crisis económica de larga duración que hace que se incremente la búsqueda de nuevas oportunidades en todos los terrenos (económico en primer lugar, pero sin olvidar el social y cultural).7 Page 164

Cuando las magnitudes de estos fenómenos alcanzan cierto relieve se convierten también en problemas para los países receptores que, más allá de aprovechar en muchos casos mano de obra barata o en tareas que no realizan sus habitantes, y como uso político en otros (actualmente, y como ejemplo, la de los cubanos en Estados Unidos), los "resuelven" generalmente de dos maneras, cada una de ellas con sus consecuentes aspectos sicosociales para los que buscan ingresar a esos países: la primera, poniendo límites o cuotas, con la significación que esto ocasiona (condiciones de ilegalidad y persecución para los que no entran legalmente, la señalada conversión en mano de obra explotada y sin derechos, etc.); la segunda es una muchas veces no escrita discriminación social y de clase, mediante la cual generalmente se acepta o se prefiere a intelectuales, profesionales, empresarios, inversionistas, deportistas exitosos, etc., mientras se evita el ingreso de obreros, campesinos y sectores populares. Caso claro actual- mente en Estados Unidos, y de alguna manera también en México, de modo similar a como ocurre en Europa con turcos, africanos, asiáticos, etc.; en este último caso, con la cada vez mayor xenofobia de algunos países (Francia, Ale- mania, Austria, España, etc.), donde no pocos consideran que los migrantes les quitan sus trabajos, contaminan sus culturas, etcétera.8

Los cambios que desde hace años están produciéndose en el mundo con la llamada "globalización" y la economía de mercado neoliberal también producen sus efectos en esta problemática. Por sólo mencionar dos, el primero de ellos es tanto el conocido aumento de la brecha riqueza-pobreza entre naciones y sectores internos de cada país, con las cada vez peores condiciones de empleo y subsistencia, así como el deseo de superarlo y alcanzar el "paraíso" que la publicidad del sistema hace de los países desarrollados o más avanzados que el propio, o para al menos poder sobrevivir. El segundo es una cruel paradoja que puede verse como un analizador, en el sentido que le da la sicología institucional a este término: mientras el modelo neoliberal y globalizador propugna una total libertad de entrada y salida de capitales, productivos y financieros, en todos los países del mundo, limita y regula cada vez más la entrada de personas a ellos; en este sentido, la conocida actual ley de inmigración española es un claro ejemplo, y hay que estar muy atento a lo que tal vez muy pronto se produz- Page 165 ca en nuestro continente de concretarse el proyectado ALCA (Acuerdo de Libre Comercio de las Américas), tiempo atrás aprobado en la Cumbre de Quebec.

Otra diferencia entre exilio y migración tiene gran importancia para lo que se verá posteriormente: no significa lo mismo para quienes lo viven y sufren como consecuencia de su práctica ideológico-política, que para quienes están obligados a ello por razones económicas y...

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