Un mexicano sin fronteras

AutorAmaro Campos

REFORMA / Enviado

DETROIT.- Al decir "yo no tengo fronteras" José Luis Díaz de la Vega se define a sí mismo en toda su dimensión: como hombre, como mexicano y como un exitoso ejecutivo que durante los últimos 30 años ha escalado peldaños hasta convertirse hoy en el director de diseño a nivel mundial de Volvo, la armadora de origen sueco ahora propiedad de Ford.

No niega su origen chilango y recuerda, en entrevista en el marco del Auto Show de Detroit, cuando a finales de la década de los 60 se tituló, "chico de la Ibero" como diseñador industrial.

Su pasión por el diseño la recuerda tener desde sus épocas de niño, adolescente y juventud en que en lugar de comprar regalos prefería hacer algo por él mismo, fabricar un detalle que fuera funcional y utilitario.

Y su gusto por los autos se le fue desarrollando al contacto con ellos, pues su papá, don Luis Díaz de la Vega, manejaba un taller automotriz y otros negocios del mismo ramo.

"Mi padre se oponía a que yo fuese diseñador, decía que era un trabajo que exigía mucho esfuerzo, pero bueno, yo le respondía que siempre había que dedicarle mucho a lo que uno quisiera hacer", recuerda.

Ya graduado, en el tormentoso año del 68 en México comienza a hacer sus pininos en el despacho del reconocido arquitecto Pedro Ramírez Vázquez quien en ese entonces desarrollaba el Instituto Mexicano de Asistencia a la Niñez, el ahora IMAN, proyecto en el cual diseñó algo de interiores, muebles y detalles de ornamentación.

Terminado el IMAN, el siguiente reto para Díaz de la Vega fue trabajar para el Instituto Mexicano de Comercio Exterior, el IMCE, empleo que le permitió viajar por gran parte de México visitando a los artesanos para analizar la posibilidad de colocar sus productos en el extranjero.

Este trabajo sin embargo no era del todo satisfactorio para él ya que sentía que el esfuerzo que él aportaba no era plenamente reconocido y mucho menos bien recompensado en lo económico, más que todo por razones meramente políticas,

"Yo tenía ambiciones, y hasta la fecha las tengo", señala con convicción y por eso decidió terminar con el IMCE y buscar nuevas fronteras y se fijó un destino: el Royal College of Art en Londres a donde emigró para estudiar una especialización en lo que él sentía que era su destino: el diseño automotriz.

Terminando su especialidad a principios de los 70 fue contratado por una empresa británica, la British Leland y, aunque el sistema de trabajo y ambiente laboral no le convencían del todo...

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