El mexicano feo

AutorFabrizio Mejía Madrid

Ahora que el nuevo presidente de los Estados Unidos cataliza el estereotipo del mexicano feo, es apenas justo que Trump sueñe, en su alcoba de la Casa Blanca, con Óscar Z. Acosta, El Búfalo Moreno, el Hombre Cucaracha, como él mismo se bautizó. Su historia es la de muchos mexicanos en Estados Unidos: su padre, un velador de Durango que no terminó el tercero de primaria, obtuvo la nacionalidad a cambio de pelear en Okinawa en la Segunda Guerra; su madre, Juana Fierro, era una naturalizada de Texas que vistió a sus cinco hijos con retazos de costales de harina. Óscar estudió en la escuela nocturna de San Francisco para convertirse en abogado: "Hay que entender la ley para subvertirla", solía decirles a sus clientes, pobres trabajadores agrícolas, sin derechos laborales, una vez que obtuvo su entrada a la barra de abogados, en junio de 1966. Durante un año trabajó asesorando a los pobres en un bufete de East Oakland, muy cerca de su pueblo natal, Modesto. Frustrado por no poder ayudar realmente, emprendió entonces varios viajes en su Plymouth '67 en los que se arriesgaba mucho más que los chicos blanquitos de la Generación Beat. "Este país dicen que se divide en tres: negro, blanco y amarillo. ¿Y yo? No soy ni mexicano ni gringo. Ni católico ni protestante. Por ancestros, soy un chicano. Por elección, soy un búfalo moreno", se define en cada cárcel en la que va a parar por pleitos de cantina en Mexicali, Idaho, o Los Ángeles. Es en esa ciudad que encuentra a César Chávez, el sindicalista mexicano de los campesinos ilegales y a Angela Davis, la militante negra de los derechos civiles. La demanda que Óscar hace suya primero es incorporar la historia chicana a los libros de historia: defiende a 13 militantes acusados de "conspiración para desvirtuar la educación pública". Pero el movimiento chicano de los años sesenta se radicaliza cul-turalmente. "Gringos: desocupen Aztlán", la consigna con la que los chícanos se asumen como pobladores originarios de California y "Las cercas y los muros son para los animales", la respuesta a la vigilancia en la frontera con México, parecen diseñados para quitarle el sueño a Trump. Óscar Z. Acosta también descubrirá la verdad sobre el "suicidio" del menor de edad Robert Fernández en su celda a cargo del sheriff de East LA: una golpiza de los policías blancos. Pero, una vez más, el sistema legal acalla las verdades: la autopsia del chico es declarada "no concluyente". De nuevo, lo veremos a la cabeza de la defensa...

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