Una mexicana en París

AutorSamuel Maynez Champion

Con respecto al arte sonoro y en lo que toca a los músicos mexicanos, son innumerables los casos en los que la seducción cundió y el hechizo perduró. Manuel M. Ponce, por ejemplo, vivió dos temporadas en ella con el fin de empaparse de las técnicas de vanguardia en la composición. Y lo mismo sucedió con José Ro-lón, Ricardo Castro y Gustavo E. Campa, quienes ahí transcurrieron fructíferas temporadas de aprendizaje.

Hoy, la compositora Patricia Moya se yer-gue como una heredera de los ilustres compatriotas que la precedieron en su enamoramiento parisino, con la diferencia de que ella sí cortó las amarras con México e hizo de París su lugar de residencia y su espacio preferido para la creación musical. Para saber más de sus trayectos vitales, solicitamos una entrevista que reproducimos con regocijo.

-Cuéntanos cómo se gestó la decisión de dejar nuestra Patria y cómo fue la senda de la adaptación a tu nueva vida en Francia...

-Al principio fue un acto doloroso, mas conforme me fui habituando a las nuevas costumbres y a los rigores del clima, la sensación de estar en el lugar adecuado fue decantándose. Por supuesto que no fue fácil, sobre todo el primer año, pero las añoranzas iniciales se esfumaron en cuanto empecé a degustar los inacabables tesoros de Francia. Para poder sufragarme el boleto aéreo tuve que malbaratar mi Renault, y lo hice a sabiendas de que era un gesto simbólico del adiós a la Patria que, a la larga, iba a depararme buenas venturas.

-Sé que te formaste inicialmente en nuestro Conservatorio Nacional, dinos desde cómo recuerdas tus años de estudiante...

-De chica mis papas oían mucha música clásica y también las canciones en francés e italiano que estaban de moda. Así que cuando decidí estudiar música "en serio" en el Conservatorio Nacional sabía ya de épocas y estilos, cosa que fue muy útil en mi formación. Entré al Conservatorio gozosa de aprender. Estudié solfeo como todos y cursé piano con María Teresa Castrillón, pero también tomé dos años de vio-lín, uno de percusiones, varios años en el coro del maestro Alberto Alba y hasta un año de trompeta. Cuando capté las deficiencias en las clases de escritura, preferí viajar a París para adquirir conocimientos más sólidos. Un ejemplo nítido es que las clases de armonía en el Conservatorio eran "a dos voces" con el piano, y en Francia son a cuatro voces con cuatro claves diferentes o bien como cuarteto de cuerdas, así que en seguida el cerebro se acostumbra a escuchar, por así...

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