Mesiánicos

AutorFabrizio Mejía Madrid

La esperanza no es una sensación ni depende realmente de que tal o cual cosa sea probable -eso sería una situación-, sino que es, como la imaginación y el deseo, una disposición. Se puede vivir sin deseos ni expectativas, desde luego. Si no confundimos deseo con simple apetito, el futuro que nos plantean hoy desde el poder es una especie de presente mejorado, es decir, no hay futuro. El tiempo mesiánico no es, como creyeron los neoliberales tras la caída del Muro de Berlín, el "final de la historia", sino una dimensión para recapitular. Walter Benjamin, acosado por la persecución nazi y a punto de dispararse en la sien para no ser capturado, alcanzó a explicar esa recapitulación como un tiempo alternativo, un corte, al tedioso "avance" gradual en el que cada momento es igual al otro: "A los que vengan detrás, no les pedimos gratitud por nuestras victorias, sino que recuerden nuestras derrotas". La aflicción debe contar con un significado y todos los invisibles de la historia deben ser recordados como una fuerza que -sí- redima el presente. Es el pasado el que nos da la fuerza para la esperanza. En la crónica del último día hasta el más humilde, el olvidado, el derrotado, será recordado y su existencia valdrá la pena. ¿Sueno mesiánico? Por supuesto que sí, comparado con el tiempo neoliberal en el que no existe la recapitulación, sino una sucesión de momentos degradados que confunden lo infinito con lo eterno. La progresión infinita de mercancías, del Iphone 1 al 6, es muy distinta de la expectativa de lo deseado. El tiempo de "ya verán en 20 años, cómo vender el petróleo de la nación resultó para bien", no es futuro, es sólo optimismo banal. Por su lado, el tiempo de "nunca cambia nada, para qué hacemos algo", es fatalismo lánguido. La esperanza no es vil optimismo o fatalismo. Se vislumbra en el presente, aunque no es una prospección: un futuro que sólo emplee datos del presente no es futuro. Anclado en lo posible, no depende de lo probable. Y, del otro lado, un cambio que irrumpiera de la nada en un presente degradado, sería más bien el "apoca-lipstick", citando a Monsiváis. Ni resignados ni ilusos. Sólo mesiánicos.

No se espera lo que ya se tiene, como quisiera el poder que nos pide paciencia o "realismo" (cada vez que alguien se define como "realista" es que está a punto de cometer algo que le avergüenza). La única entidad que nunca se rinde ante la injusticia es la conciencia humana, y para defenderse cuenta con la imaginación: memoria...

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