¿Hacia un mercado laboral integrado en el sudeste asiático?

AutorAlfredo Pérez Bravo/Iván Roberto Sierra Medel
CargoEmbajada de México en Malasia/Consulado General de México en Sacramento, California, Estados Unidos de América.
Páginas145-158

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Introducción

La migración internacional ha ejercido un impacto considerable en las naciones del Pacífico Asiático. En el plano de la sociedad y la economía, los desplazamientos masivos de población han desempeñado un papel quizás definitorio para moldear en su forma moderna a gran parte de los países de la zona. Y las tendencias actuales sugieren que historia y demografía se han combinado para convertir a los migrantes en uno de los actores de mayor peso en la configuración del porvenir en la región de mayor dinamismo económico del mundo.

Una primera aproximación a la evolución poblacional reciente en Asia-Pací- fico ciertamente daría la impresión de que se trata del sitio más propicio para la materialización de un escenario malthusiano, toda vez que en los últimos años el número de habitantes se ha expandido a pasos agigantados, hasta llegar a casi dos mil millones de personas (ello, sin incluir al subcontinente indio). Que tal explosión demográfica no haya causado un desastre humanitario de proporciones mayúsculas, sino que por el contrario, fuera acompañada de un aumento general en los estándares de vida (con excepciones, como en el caso de Corea del Norte), se debe en buena medida a transformaciones económicas en las que la migración laboral ha sido un factor importante. Page 146

Para comprender la importancia de los flujos migratorios en la conformación y el avance de las economías asiáticas, resulta elocuente el testimonio de la experiencia reciente: con la posible excepción de Singapur, cada uno de los procesos de acelerado desarrollo económico en la región, del milagro japonés al despegue de los originales dragones, fue antecedido en lo inmediato por grandes movimientos de migrantes. En lo que respecta a Japón, la segunda posguerra forzó el retorno de sus nacionales expatriados en la ola expansiva del imperio militarista. Por su parte, conflictos bélicos enviaron a Taiwán, Corea del Sur y Hong Kong oleadas de refugiados que fueron asimilados con exitosos efectos en sus economías.

Reconociendo el papel de la historia como guía, este trabajo aborda algunos de los aspectos más relevantes del fenómeno migratorio en el Extremo Oriente, y en particular en el Sudeste Asiático, a fin de sopesar las características cíclicas y estructurales que sugieren la articulación de ciertas áreas en las economías de la zona para funcionar, en la práctica, como un mercado laboral integrado.

Tres realidades demográficas

Algunos sonados casos de abusos perpetrados contra inmigrantes, como fue el de los 19 nacionales chinos fallecidos en febrero de 2004 en Gran Bretaña mien- tras recolectaban ostras en la bahía de Morecambe,1 han llamado la atención pública internacional sobre los nuevos retos que enfrentan trabajadores migrantes provenientes de la República Popular de China. En forma elocuente, los episodios trágicos que afloran con el tráfico transfronterizo de seres humanos recuerdan al mundo las precarias condiciones de los nacionales chinos en el extranjero.

Sin embargo, a la luz del peso poblacional de casi 1 200 millones de habitantes y una población rural que supera los 900 millones de personas, el verdadero enigma reside en por qué razón los flujos migratorios internacionales de nacionales chinos, muy considerables en números absolutos (incluso las cifras necesariamente parciales de la emigración documentadas por el Buró Nacional de Estadísticas ubican en el rango del medio millón a los trabajadores chinos en el exterior),2 sean tan pequeños si se les compara con el resto de la población (cuando podrían ser multitudinarios, esto es, de decenas de millones). Evidentemente, sus números resultan de cuantía menor frente a la otra migración china, la interna, la que se registra del campo a la ciudad, del norte empobrecido al sur en bonanza, y del interior a las prósperas regiones costeras.3 Page 147

En el momento actual, el panorama migratorio chino en términos reales y potenciales está acotado por los acelerados tiempos de crecimiento que ha experimentado el conjunto de la economía a lo largo de dos décadas. Si el aparato productivo mantiene sus tasas de expansión en niveles de 9% anual, la creciente riqueza del país facilitará la creación de empleos y mitigará los efectos del proceso de reconversión de las empresas estatales, llenas de problemas. Uno de los posibles resultados de dicha dinámica podría ser la consolidación de polos de atracción que encaucen en el ámbito local los cuantiosos recursos laborales del país. Pero la mayor prosperidad relativa podría igualmente impulsar a segmentos más grandes con vocación emprendedora para emigrar de manera temporal o definitiva, para continuar la tradición vigente por siglos que ha configurado a la diáspora china como una de las comunidades culturales más distintivas en Asia- Pacífico y otras regiones.

De modo concurrente con la coyuntura económica que posiblemente dará forma a los perfiles migratorios de la República Popular de China, deben tenerse en cuenta consideraciones estructurales, entre las que destaca la aguda presión poblacional sobre recursos territoriales y ambientales cada vez más limitados. En este ámbito, existen fuertes indicios de que nacionales chinos, apoyados en el creciente dinamismo del país, se posicionan ventajosamente para llenar los vacíos que existan en su vecindad geográfica. Este fenómeno se observa con especial nitidez en las zonas fronterizas con el Extremo Oriente ruso, que cuentan con escasa densidad poblacional y crecientes rezagos respecto al resto de Rusia, mientras que, por otro lado, sus lazos con la comunidad china son cada vez más activos e incluyen nuevos asentamientos y flujos laborales transfronterizos. En este contexto, la firma durante el 2001 del Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación entre Rusia y China, proporciona un marco institucional para abordar los problemas de una de las subregiones más complejas del área.4

Si el gigante chino se ha caracterizado por las enormes reservas de mano de obra que en distinta medida son absorbidas por un aparato productivo en acelerado crecimiento a partir de modestos niveles de ingreso, tres de las economías más importantes de la región, como son Japón, la República de Corea y Taiwán, presentan dilemas propios en un entorno de prosperidad consolidado lustros atrás. En los tres casos, sociedades en cierto modo autocontenidas (en estimaciones de la OCDE, la población de origen extranjero asciende a sólo 1.4% del total de los habitantes de Japón y 0.5% en Corea)5 enfrentan hacia el horizonte de mediano plazo el desafío de una población en relativo envejecimiento. Según cifras del Fondo de Naciones Unidas para Actividades de Población (FNUAP), en Page 148 1980 albergaban de manera colectiva a 180 millones de habitantes, mientras que para el año 2000 el número apenas creció hasta 200 millones de personas.

La estabilización demográfica que en líneas generales ha caracterizado durante las últimas décadas a tres de las economías más desarrolladas de Asia posiblemente influirá en el futuro para que Tokio, Seúl y Taipei introduzcan algunas estrategias más amplias de atracción de fuerza laboral extranjera. Probablemente las políticas que se propongan tendrán una condicionante de primera importancia en la búsqueda simultánea de modalidades de absorción que diluyan el impacto cultural en sociedades que se distinguen por altos niveles de homo- geneidad étnica y lingüística.

Si bien son escasas las señales de que en el corto plazo los gigantes económicos de Asia vayan a dar un vuelco promigratorio, no resulta ocioso recordar que, como se apuntó, en el pasado mediato de Japón, la República de Corea y Taiwán, la llegada masiva de flujos poblacionales antecedió periodos de significativo despegue en los niveles de bienestar. Se ha calculado que ocho millones de nipones retornaron a su país luego de la Segunda Guerra Mundial y contribuyeron en forma considerable al milagro económico.6 Tanto en el caso coreano como en el taiwanés, la inmigración fue en gran escala en relación con la población total de la época: alrededor de 3 millones de refugiados provenientes del norte de la península se insertaron en una sociedad de 15 millones de personas en el sur luego de la Guerra de Corea. Por su parte, los 8 millones de pobladores de la isla de Taiwán tuvieron que asimilar aproximadamente a 2 millones de partidarios del Kuomintang que en 1949 abandonaron el continente.7

En líneas generales, el panorama migratorio en el norte de Asia podría tener como un primer pilar a la RPCh, con grandes reservas laborales, que hasta el momento únicamente en escala modesta han optado por la emigración. Como un segundo pilar destacaría la estabilización demográfica y el consiguiente envejecimiento paulatino de la fuerza de trabajo cada vez más evidente en Japón y, en menor medida, en la República de Corea y en Taiwán. Para las tres sociedades, una apertura más decidida de canales regulados para la inmigración laboral podría figurar en la agenda de la primera mitad del nuevo siglo.

Pero no puede pasarse por alto una tercera realidad demográfica en el Extremo Oriente, en la que se ubican mayormente las diez economías integrantes de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, ASEAN. En su conjunto, dichos países contaban en 1980 con una población de 300 millones, mientras que para el año 2000 superaron los 550 millones de habitantes. En consecuencia, disponen de una...

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