Mentiras y omisiones para disfrazar el fracaso inevitable

AutorCarlos Acosta Córdova

En todo su sexenio no podrá el presidente Enrique Peña Nieto cumplir la promesa hecha mucho antes de asumir el poder y aun estando en él: hacer que las reformas estructurales lleven al país a "un crecimiento económico elevado, sostenido y sustentable", con el que se generarían "más empleos de calidad" y permitirían "a todos los mexicanos" tener "salarios dignos".

Así lo decía Peña Nieto el pasado 2 de septiembre en su mensaje a la nación con motivo de su Segundo Informe de Gobierno. Unos días antes, el 11 de agosto, cuando promulgó la reforma energética y anunciaba el fin de "la fase legislativa del ciclo reformador iniciado el 2 de diciembre de 2012", afirmaba que había llegado la hora de "poner todas las reformas en acción", para que "se reflejen en beneficios concretos para las familias".

Está lista, decía, la "nueva e histórica plataforma" para construir "el nuevo México".

Nada de eso será posible. Ni crecimiento económico elevado ni mayor bienestar para los mexicanos. Por lo menos así lo reconoció implícitamente la Secretaría de Hacienda y Crédito Público la semana pasada, en el documento Precrite-rios de Política Económica 2016 -que por ley debió entregar al Congreso-, donde fija de manera preliminar sus proyecciones sobre las principales variables macro-económicas, tanto para el cierre del año en curso como en los estimados para el siguiente.

Y según el documento, este año el Producto Interno Bruto crecerá cuando mucho 3.2% y en 2016 lo hará en un promedio de 3.8%.

Lo prometido por Peña Nieto desde la campaña por la Presidencia, y formalizado en el Programa Nacional de Financia-miento al Desarrollo (Pronafide, publicado en el Diario Oficial de la Federación el 26 de diciembre de 2013), era algo distinto.

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En el Pronafide se planteaban dos escenarios para el crecimiento económico: uno sin reformas, que es el crecimiento "inercial", y otro con reformas estructurales.

Sin reformas, la economía crecería 3.8% en 2015; 3.7% en 2016; 3.6% en 2017, y 3.5% en 2018, al término de la administración.

Pero con reformas, se señala en el Pronafide, el ritmo de la economía sería acelerado: 4.7% en 2015; 4.9% en 2016; 5.2% en 2017, y 5.3% en 2018.

Según los precriterios de política económica que Hacienda envió a la Cámara de Diputados el pasado 31 de marzo, nada de ello será posible.

Es decir, aun con las espectaculares y ruidosas reformas estructurales, que agitaron como nunca a legisladores, empresarios, trabajadores, académicos y la sociedad, la economía mantendrá su ritmo "inercial", creciendo tan mediocremente como lo ha hecho en las últimas décadas.

Es algo que suele criticar Luis Videga-ray, secretario de Hacienda, quien un día sí y otro también jura que se hace todo lo posible para elevar la productividad y hacer crecer la economía, mejorar los salarios, aumentar los empleos e incrementar el capital.

Porque "no podemos ser el país del 2.4% (de crecimiento de la economía, como fue el promedio anual entre 1980 y 2013). Tenemos que ser el país del 4, del 5 o del 6", dijo Videgaray el pasado 26 de marzo ante industriales.

Ese ha sido el discurso de siempre del secretario. Pero sus cálculos, los números fríos...

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