Memoria histórica de la insurrección cívica purépecha en 1988

AutorTatiana Pérez Ramírez
Páginas113-138

    La idea original se toma de la ponencia presentada en el XV Congreso Internacional de Historia Oral, “Los diálogos de la historia oral con el tiempo presente”, organizado por International Oral History Association, 23 al 26 de septiembre de 2008, Guadalajara, México. La presente versión contiene correcciones y modificaciones para su publicación.

Tatiana Pérez Ramírez. Profesora adjunta de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM. Correo electrónico: tatiana_prz@hotmail.com.

Estas son las voces bajas que quedan sumergidas por el ruido de los mandatos estatistas. Por esa razón no las oímos. Y es también por esta razón que debemos realizar un esfuerzo adicional, desarrollar las habilidades necesarias y, sobre todo, cultivar la disposición para oír estas voces e interactuar con ellas. Porque tienen muchas historias que contarnos...

Ranajit Guha

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La década de 1980 constituye un periodo de ruptura en el funcionamiento del pacto estatal mexicano. El gobierno se insertó en el proceso de reestructuración de la economía mundial denominado neoliberalismo.1 En estos años, como resultado de las transformaciones de la época, el Estado mexicano experimentó una serie de crisis que afectaron la economía, la política y la vida social.

En el gobierno de Miguel de la Madrid se presenta una crisis nacional por el incremento de la deuda externa, el alza de la inflación, la pérdida del poder adquisitivo del salario, el crecimiento del desempleo y subempleo, el aumento de la canasta básica, entre otros. Esto generó una mayor inconformidad de distintos sectores de la sociedad hacia las acciones gubernamentales. Fue el momento de la articulación de distintos movimientos sociales, caracterizado por la formación de coordinadoras y frentes y por el surgimiento de la llamada “sociedad civil”.2

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Dicha crisis también afectó las relaciones políticas de la élite gobernante. Evidencia de esto fue la fractura dentro del mismo grupo dirigente con la formación de la Corriente Democrática (CD)3 y la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas por el Frente Democrático Nacional (FDN)4 en las elecciones presi-Page 116denciales de 1988. Posteriormente, la crisis política se agudizó ante la falta de claridad de los resultados electorales y la acusación de fraude por parte de los cardenistas al gobierno federal y al Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Lo que se presentó en la elección de 1988 fue resultado de la confluencia de las demandas de distintos movimientos sociales –con experiencias organizativas previas–, la inconformidad de algunos sectores de la población con el gobierno y la fractura del grupo gobernante. Esta crisis política hizo pública la conformación de una resistencia a los cambios de la época mediante los mecanismos democráticos. Por eso, en la campaña del FDN se dieron muestras de respaldo y solidaridad desde distintos grupos de la sociedad. De tal forma que este proceso político no se limitó a una disputa partidista pues también intervinieron grupos sociales que actuaron dentro y fuera de los canales institucionales. Dicho escenario nacional de transformaciones sirve como marco general, pero, alejándonos de las confrontaciones y disputas de los políticos y dirigentes, tomando distancia y mirando hacia otras esferas políticas y sociales, nos preguntamos, ¿cómo vivió la población este momento histórico?

Considerando que de forma paralela a estos grandes acontecimientos se gestan movimientos locales, y partiendo de la importancia de recuperar la actividad política de actores secundarios que inciden en los procesos nacionales, y con el interés de ampliar los horizontes de investigación, en este trabajo se mostrará la manera en que los pobladores de cuatro pueblos se organizaron en 1988, los recuerdos de su experiencia política de este periodo y lo que en su memoria continúa presente.5 Nos referimos, en concreto, a lo sucedido en la región purépecha del estado de Michoacán. Ubiquemos la importancia de remitirnos a este lugar.

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Uno de los sitios organizativos claves, mas no el único, para la campaña política de la oposición en 1988 fue el estado de Michoacán. Para entender tal hecho, cabe señalar que en este espacio geográfico, desde los años treinta, ha tenido importancia la presencia y figura del general Lázaro Cárdenas del Río. Para la coyuntura de 1988 este pasado y peso histórico cobró gran relevancia, sobre todo en la parte de la Sierra Purépecha,6 donde los habitantes se organizaron en apoyo al FDN, participaron en las elecciones presidenciales y, ante el fraude electoral, realizaron actos de protestas, desde los más sutiles hasta los más radicales. Así, después de las elecciones del 6 de julio, en noviembre de ese año tomaron los ayuntamientos municipales y establecieron gobiernos populares.

De esta manera, el objetivo principal de este trabajo es la descripción de los motivos por los cuales los purépechas se organizaron, sus mecanismos de participación y el momento en que su intervención en una campaña electoral se convirtió en una rebelión ante sus gobernantes municipales. En suma, se mostrarán las memorias, experiencias y percepciones de cómo se vivió el 1988 en los pueblos de Nahuatzen, Cherán, Charapan y Paracho. Conozcamos entonces a estos actores y escuchemos sus voces, que tienen mucho que contarnos.

Inconformidades

Los factores que provocaron inconformidad estuvieron anclados en distintos niveles, uno fue el plano material-económico y el otro moral-simbólico; los dos se fusionaron en distintos momentos.

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En el ámbito económico se presentó una situación precaria y de carencias en bienes materiales dentro de la comunidad, así como un deterioro en las condiciones de vida y el abandono de las actividades agrícolas. Uno de los problemas fue el aumento de los precios y la inflación monetaria que tuvo un efecto profundo en la alimentación de las familias.7 El encarecimiento de los alimentos repercutió en la calidad de vida, según lo expresa una mujer que en 1988 escribió lo siguiente: “Nos estan matando de ambre nuestros hijos estan muriendose de ambre nunca comen a acabalarse porque no nos alcanza lo que ganamos. Si es carne comen una ves al mes si es pan comen una ves a la quincena en cuestion de vitaminas jamas las an probado”.8

Preocupaciones vitales por el alimento y la subsistencia de las familias indígenas y sus descendientes. Así también, como las actividades en el campo y el trabajo agrario. De este panorama, en la memoria de Luis Vázquez Morales, comerciante de Nahuatzen, se registra: “Empezamos a ver que los terrenos estaban baldíos, ya no sembraba el maíz, ya tiene como treinta años que no pasa del precio, es el mismo, las tierras ya están ociosas, todo eso que se ve pues que hace falta que aiga más apoyo al campo porque lo han dejado muy vacío”.9

Los recuerdos del señor Luis muestran que el cese paulatino del apoyo estatal a las actividades agrarias constituyó un serio problema para las comunidades purépechas. La problemática consistió en dos impactos; uno fue material, que se reflejó en la disminución de la cosecha; el segundo, que está directamente relacionado con el primero, fue la modificación de la relación del campesino y su tierra. El hecho de que las actividades de cultivo tuvieran menor apoyo, como parte de una política del gobierno federal, provocó que la población destinara menor tiempo a este tipo de trabajos. Por tanto, la producción familiar y regional disminuyó. Aunque, en realidad, no fue un golpe tan duro a la economía local debido a que existían otras fuentes de ingreso, como la manufactura de artesanías, el trabajo con la madera y los ingresos vía remesas resultado de la emigración.

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El mayor problema fue de orden simbólico. Dentro de la cultura purépecha la riqueza material e inmaterial se encuentra en la tierra, y alude a la estrecha relación entre el hombre y la naturaleza. Para estos pobladores existe una “seguridad psicológica” en el momento en que se cultivan y se obtienen productos de la siembra.10 La idea del mantenimiento del ciclo reproductivo de las tierras asegura en mayor o menor medida el sostenimiento de las familias y sus descendientes. Para la década de 1980 todo esto se transformó.

Otra fuente de inconformidad fue el conflicto por la escasez de agua. Detengámonos un poco en este problema para entender la magnitud de la demanda. La carencia de agua potable se ha presentado en el transcurso de la historia de esta región, desde tiempos ancestrales, como resultado de las condiciones geográficas y físicas de la sierra, con un suelo de altos grados de porosidad que no permiten la retención del agua y la formación de mantos acuíferos. Hecho natural que incide en la forma de vida y organización social, desde las labores domésticas y las actividades en el campo, en las festividades y en los rituales.

Así, encontramos en este elemento una relevancia en el orden material-simbólico y mítico que forma parte de la cultura de respeto a la naturaleza de los purépechas. Apreciamos esto en la reproducción, hasta nuestros días, de historias, leyendas, rituales y fiestas que giran en torno a la escasez, bonanza o disputa por el agua.11

El valor de este vital líquido radica en que es considerado un patrimonio comunal y de usufructo colectivo. La comunidad es dueña del agua y responsable de su cuidado. “Las decisiones sobre su acceso, uso, manejo y distribución se han establecido a través de reuniones y asambleas comunales”.12 En estos espacios se define la dotación para cada familia, así como los lugares destinados para el consumo humano y de los animales. Existe cooperación entre comunidades y también conflictos por la repartición y los sistemas de distribución. Se establecen diversas penalidades y castigos ante la falta de atención a esta lógica...

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