La medicina y los músicos

AutorSamuel Máynez Champion

En columnas anteriores (Proceso, 1720 y 2086) versamos sobre aquellos personajes que vivieron su pasión por la ciencia de los sonidos sin mermar su actividad profesional como artistas de la curación y artífices de la salud. Así, con las diferencias y características de cada uno, nos referimos a los que, instruidos en ambas disciplinas, optaron por dedicarse a la música -Héctor Berlioz, Fritz Kreisler y Samuel Zyman, como ejemplos-, a los que prefirieron ejercer la medicina -Edward Jenner(1), Louis Pasteur(2) y Adam Schmidt(3)-, y a aquellos elegidos capaces de escindirse para someterse al rigor de ambas profesiones. De estos últimos, verdaderamente raros, nos acercamos a los gigantes Alek-sandr Borodin, Theodor Billroth, Demetrious Dounis y Aniceto Ortega.

En esta entrega (una especie de seguimiento), que viene a cuento para sumarnos a los festejos del Día del Médico este 23 de octubre(4), tenemos a otro personaje más que, para orgullo patrio, y también de género, es mexicana. Ya no es necesario recurrir a ulteriores paralelismos para entender el fervor que, por tradición, los galenos le han profesado a la música pues, sin duda, su cultivo es la actividad más practicada por su gremio en el mundo entero.

Del Conservatorio al IMAL. Después de haber perdido el brazo derecho, Álvaro Obre-gón se deprimió, al punto que intentó suicidarse. Natural fue que buscara espacios para la sanación de su ánimo; por tanto, aceptó la invitación de la familia Villalobos Ibarra para hospedarse en su bella hacienda de La Chona, en Jalisco. Lo que Obregón encontró ahí sobrepasó cualquier expectativa. No sólo el lugar se henchía de tranquilidad, sino que estaba lleno de música, ya que el señor Villalobos, aparte de componer,(5) tocaba el violín acompañándose al piano de sus hermanas. Y además había cuatro hijos que ya se habían iniciado en los misterios del arte sonoro. Los infantes descollaban por sus dotes, con oído absoluto los cuatro y aptitud innata para entender el fraseo musical.

El asombro del general ante el talento infantil se trocó en la promesa de una beca para el Conservatorio y que hubiera recursos para que la familia completa se trasladará a la capital. Al asumir la presidencia, el sensible manco honró su palabra, y una niña cantante -Ana María-, un naciente trío Villalobos -con Luis al violonchelo, Juan hijo al violín y Paz al piano- y sus padres Juan y María emprendieron la mudanza. De los pequeños artistas, aquella que habría de perfilarse con...

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