Margarita Ríos-Farjat / El retorno del presidencialismo

AutorMargarita Ríos-Farjat

El primer picotazo para que el legendario presidencialismo mexicano fuera perdiendo poder lo dio el propio José López Portillo cuando nacionalizó la banca en 1982.

Si el pretexto fue poner fin a la incertidumbre o a la extrema porosidad de la legislación mercantil que desataba la lujuria de los administradores de capitales, la medida presidencial fue tan demoledora que despertó y movilizó corrientes que después tomaron forma de genuina oposición partidista.

Para cuando Ernesto Zedillo se convirtió en Presidente, ya había tres Gobernadores del PAN. La hegemonía del PRI había terminado.

Descreo que el PRI sea o haya sido ese demonio tan caricaturizado, pero todo exceso descompone, y el presidencialismo lo era. Lo fue siempre. Es su vicio favorito, su punto débil. ¿Querríamos volver?

Pudiera ser peor: ahora hay entes privados que aglutinan un poder económico y político que antes no existía. ¿Qué clase de presidencialismo sería?, ¿uno que les conviniera a éstos?

La alternancia política que vivimos 12 años (seis de atolondramiento y seis de balazos) sirvió para fortalecer a la Suprema Corte. La reforma de 1994 la renovó, pero la alternancia (Fox y Calderón no se metían con ella en realidad) le permitió crecer y prestigiarse.

Aquella Corte que en 2007 se ganó una medalla de credibilidad por enmendar la plana al Presidente Fox y al Legislativo, y echar abajo las reformas que se conocieron como "Ley Televisa", puede ser vista hoy como un estorbo para ciertos intereses.

Basta observar una pequeña narrativa como ejemplo: una de las cosas que decidió la Corte en aquella acción de inconstitucionalidad (26/2006) fue que la extinta Cofetel, órgano técnico y autónomo, debía ser quien decidiera la política pública en radiodifusión, y no la Secretaría de Comunicaciones y Transportes a su discreción.

Pero en 2009 el Presidente Calderón publicó un decreto de reformas al Reglamento interior de la SCT, que veladamente buscaba que ésta recuperara el control de la política en televisión y radio. La Corte fulminó esa pretensión (controversia constitucional 7/2009).

El tema de que la SCT recuperara el control de la política en televisión seguía siendo el prioritario en la agenda nacional.

El Presidente Peña logró el propósito, enmendando la Constitución para que la Corte ya no pudiera meterse. ¡Cuánta persistencia en el mismo tema por parte de tres Presidentes diferentes y de distintos partidos! ¡Qué curioso!

Parece existir un velado interés en minimizar a la Corte...

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