Macro corrupción y micro institucionalidad

AutorJesús Cantú

Durante los 70 años de priismo, los gobernadores acataban sin chistar las instrucciones de los presidentes de la República, salvo Roberto Madrazo, que en 1995 se rebeló ante la exigencia del entonces presidente, Ernesto Zedillo, de que renunciara a la gubematura de Tabasco. Los mandatarios estatales actuaban más como delegados del gobierno federal que como titulares del Poder Ejecutivo de entidades autónomas.

Por supuesto que existía mucha corrupción, tanto en el ámbito federal como en el estatal, pero había límites porque, particularmente en el segundo, los altos funcionarios sabían que si se excedían en sus malos manejos o éstos eran demasiado ostensibles los podían correr. También es un hecho que los gobernadores desviaban recursos públicos para las campañas electorales, federales y estatales, con miras a apoyar al PRI e incluso a las formaciones políticas satélites, como el Partido Popular Socialista (PPS) y el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), aunque no podían aprovechar para desviarlos a sus bolsillos porque tenían que demostrar lealtad.

Hay que recordar que el presidencialismo metaconstitucional se encontraba anclado en las prácticas y no en las leyes; ejercía un absoluto control defacto en el Legislativo y el Judicial, así como en los ejecutivos estatales. Se trataba de un poder con facultades reales para designar a todos los gobernadores y hasta sus sucesores, y con la posibilidad efectiva de eliminar del mundo político a cualquiera que se indisciplinara, ya que simplemente no volvía a ser candidato, y si lograba serlo, perdía la elección constitucional.

Para mantener la funcionalidad que garantizaba el ejercicio de ese presidencialismo había que crear instituciones formales que, además, permitieran construir la gobemabi-lidad democrática, pero éstas nunca llegaron. El vacío que generó la ausencia de ambas (presidencialismo e instituciones), lo llenaron los poderes fácticos (legales e ilegales) y la compra de voluntades.

Junto con la alternancia en el Poder Ejecutivo Federal llegó nuevamente la riqueza petrolera. Los excedentes generados por el incremento en los precios internacionales de los hidrocarburos se canalizaron a los estados, que vieron cómo se multiplicaba su presupuesto y, al mismo tiempo, cómo se desvanecían los controles sobre el manejo de esos recursos.

La forma que el gobierno de Vicente Fox encontró para conseguir la aprobación de sus presupuestos fue precisamente incrementar las participaciones...

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