Luis Rubio/ De priistas a ciudadanos

AutorLuis Rubio

A la memoria de Raúl Ramos Tercero

El problema del PRI no reside en que haya perdido una elección importante (o varias), sino en que no sabe qué quiere ser cuando sea grande. Este es, en resumen, el dilema del PRI. Los grandes jerarcas del partido, y muchos de los que aspiran a esa condición, se desviven por retomar el control de un partido que nunca lo fue y por recobrar el poder por medios que ya no son efectivos. El dilema del PRI no se encuentra en su liderazgo, sino en su naturaleza misma; en consecuencia, a menos de que los priistas comiencen por replantear lo que puede y, sobre todo, lo que debe ser ese partido en el México de hoy, el PRI irá dando tumbos sin sentido, unos más violentos que otros.

Los priistas parecen muy preocupados por el futuro de su partido. Se mueven, convocan a juntas, conspiran tras bambalinas y, en los más de los casos, navegan sin brújula. Muchos, los más pragmáticos, quizá la mayoría, velan más por su futuro personal que por la entelequia a la que pretenden revivir. Si de verdad quieren construir algo nuevo de las cenizas que dejó el 2 de julio pasado, tienen que comenzar por reconocer la enorme dimensión del cambio que tuvo lugar. Todavía más importante, precisamente por la crisis que atraviesa el PRI, de reconocer el momento político y actuar en consecuencia, los priistas podrían acabar siendo los grandes ganadores en el largo plazo. Sin embargo, a juzgar por sus tropiezos y por su incapacidad para contener los conflictos que su desmembramiento está generando, es difícil creer que los priistas tienen lo que se necesita para dar la vuelta y salir airosos.

Hay tres maneras de ver la problemática que enfrenta el PRI: una es observando lo que de hecho cambió el 2 de julio pasado y especular sobre sus posibles implicaciones; la segunda es analizar lo que históricamente fue el partido y contrastarlo con la realidad actual, sobre todo a la luz de dos fenómenos presentes en los últimos meses: la violencia intrapriista y el increíble pragmatismo de algunos priistas en lo individual, que abandonan el barco sin mediar recato o convicción alguna. Finalmente, la tercera manera de ver al PRI es comparándolo con sus referentes internacionales, que sugieren modelos sobre sus posibilidades de desarrollo en el futuro mediato.

Respecto al cambio que experimentó el país el pasado 2 de julio, quizá todo se pueda reducir a un concepto elemental, concepto históricamente ajeno al partido de la revolución: los mexicanos dejaron...

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