Luis F. Aguilar/ El desarrollo que conocí

AutorLuis F. Aguilar

Una vez más se despierta el interés mundial en el desarrollo. Como criatura que soy de los años del desarrollo mexicano, los del milagro, debería festejar sin reservas que el tema haya regresado a la agenda mundial. Entrarle de lleno al tema, con nuevas ideas, propuestas y compromisos es necesario, urgente y moral. Pero hay algo en mi cabeza que me impide convencerme de que el financiamiento del desarrollo de los países pobres será ahora sí una tarea de corresponsabilidad global y ofrecerá respuestas exitosas a la pobreza y la desgracia de numerosas sociedades.

Se apodera de mí el prejuicio de que estamos escuchando otra vez el típico discurso de los políticos, que suelen convertir en realidades sus buenas intenciones y dan por hecho lo que apenas es una declaración de compromiso condicionado.

Mi perplejidad más que escepticismo ante los planteamientos y respuestas a la cuestión del desarrollo, en el nuevo contexto económico y político mundial, me llevó a recordar la advertencia de Carlos Marx, cuando parafraseando a Hegel afirmó que los grandes hechos y personajes de la historia universal se presentan dos veces, la primera vez como tragedia y la segunda como farsa.

No sabemos si este segundo esfuerzo mundial vaya a terminar en una farsa y sería un mal pensamiento desear que esto ocurra, pero el primer esquema de desarrollo que seguimos México y países latinoamericanos en el siglo pasado culminó trágicamente en todo tipo de crisis, bancarrotas y calamidades. Quisiera justamente hablar del modelo de desarrollo que conocí, destacar apenas tres de sus trazos defectuosos (¡son tantos!), a fin de evitar una recaída en las mismas ideas y prácticas que nos condujeron a la tragedia y que hoy, por lentos de aprendizaje e irresponsables, nos llevarían a ser ejecutantes de la farsa.

Desarrollo estatista.

La premisa de nuestra empresa histórica de desarrollo del País en el Siglo 20 fue que el desarrollo de la sociedad, por definición, no podía encontrarse en la sociedad misma, la cual real o inventadamente era un mundo arcaico y anómico, incompetente e ignorante, carente de recursos y habilidades para superar su improductividad, poquedad e inopia. Se requería una fuerza externa a la pobretona trama social de los años 20 y 30, que contara con el poder, los recursos y la capacidad para organizar y movilizar a la población en una dirección modernizadora de sus vidas.

Esa fuerza colectiva era el Estado y, mexicanamente, se trataba de la acción del...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR