Los "locos" de la Revolución

AutorJulio Scherer García

Fidel me recibió en un salón del Palacio de las Convenciones del que nada recuerdo, salvo a un grupo de oficiales que lo rodeaban. Entre ellos se encontraba Gabriel García Márquez. Si la presenti la inseguridad de moverme bajo la mirada de semejante testigo.

Fidel me decía, amistoso:

-Yo te quiero dar la entrevista, pero es de mala política conversar con periodistas adversos a sus gobiernos. Y tú eres de ésos. Tienes amigos que son mis amigos y me han pedido que conversemos. Pero, te digo, es de mala política.

Aduje que la política no tiene por qué regir al periodismo. El periodista ejerce como "novelista sin ficción".

-Dime tú cómo le hacemos.

Vi en el Gabo la salvación. Lo propuse como lector de mi trabajo. Con García Márquez caminaba sobre seguro. Me devolvería un texto limpio, sin tocar el lápiz para agregar una coma o corregir algún tropezón gramatical.

No obstante, me sentía incómodo. Fidel es para una gran entrevista o el encuentro pasa del oro al cobre. Tendría que ser como aquella, la primera, en la madrugada del año nuevo en La Habana, el año historia, embrujada la multitud que lo seguía por todos lados. Hasta el milagro se hizo en esos días. Durante uno de sus discursos, una paloma se detuvo sobre su hombro guerrillero.

Veinte años después, Fidel era el mismo y era otro. El poder maltrata el carisma y la soltura decae a costa de la solemnidad. El paso cambia, los ademanes se alargan o se contraen y la palabra nace con otro acento. Todo es igual, pero la fotografía original se impone en el álbum histórico.

No olvido esa entrevista de 1981. La tengo presente y no resisto la tentación de reproducir la introducción en este texto breve. En el libro que ahora escribo, La memoria es otra vida, pienso en el derecho inaudito de revivir mi muerte:

"La Habana, 21 de septiembre 1981.-Existe un equilibrio entre sus palabras y su personalidad, entre la inteligencia y su historia inverosímil. Máquina del verbo, avasalla cualquier límite cuando ha pronunciado las primeras cinco frases. Embriaga y se embriaga y disfruta de su auditorio tanto como éste de él.

“Las patas de gallo, precursoras de todos los mapas posibles en el rostro, no aparecen aún en la cara de Fidel. Los ojos incandescentes son los de sus discursos. La barba es negra bajo la luz del sol, rojiza bajo la luz artificial. Sencillo y desbordado, en él se mezclan la suavidad y la firmeza.

“Formalizó la entrevista durante la fiesta que ofreció a los intelectuales que concurrieron al...

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