Linchamiento y lazo social
Autor | Marta Lamas |
El reciente y pavoroso linchamiento en Puebla no ha sido materia de amplia reflexión y discusión pública. Como señaló en un lúcido artículo Jesús Silva-Herzog Márquez (Reforma, 26 de octubre), hay que hablar de la barbarie. Es imperativo promover una discusión pública acerca de lo que ocurrió y en seguida aventurar algunas propuestas sobre cómo fortalecer el marco de civilidad que contenga la aberrante crueldad humana.
Hace rato que sabemos que la psique está sometida a procesos de fragmentación y petrificación, y que la capacidad del ser humano de sentir (metafóricamente su corazón) se ha endurecido. Hoy en día las relaciones sociales sobreviven mediante una férrea indiferencia ante el dolor, las privaciones y los tratos brutales que sufre una parte sustantiva de la humanidad. La incapacidad para sentir el dolor de los demás indica que la dominación mercantil ha llegado a las profundidades de la persona. Y este aumento de indiferencia y crueldad, con sus profundas raíces socioeconómicas, erosiona la civilidad y viola la institucionalidad. ¿Qué hacer ante estas abominaciones? ¿Qué necesita el individuo para respetar la vida de los demás, con clara conciencia de que, ante un miedo o un conflicto, no puede "hacerse justicia por propia mano" sino recurrir a la ley?
¿Cuáles son las condiciones que alientan la violencia reactiva de un linchamiento? No se requieren sujetos que son malvados todo el tiempo, sino personas "comunes y corrientes" que dejan de sentir y que, en una acción grupal que incentiva el odio, cancelan su razonamiento y diluyen su responsabilidad. Los linchamientos tienen responsables, pero erradicarlos es algo que reclama políticas económicas, jurídicas y educativas amplias.
Ahora bien, ¿es utópica la expectativa de tener políticas públicas realmente preventivas? En un linchamiento se quiebran el lazo social y la ley, y lo trágico es que no hay forma de suturar esa herida. Erradicar la violencia, y la práctica de linchar, requieren intervenciones políticas y culturales, con marcos jurídicos eficaces, pasando por una redistribución de la riqueza que abata la relación entre injusticia social y violencia criminal.
Frente a los gravísimos problemas de hoy es necesario fortalecer el tejido social, producir una subjetividad capaz de renunciar a la violencia y optar por la pregunta, por el juicio, por la ley.
Reparar el lazo...
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