Los límites de la libertad de expresión

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A mediados del mes de julio, el semanario español El Jueves publicó una caricatura que mostraba al príncipe Felipe y a la princesa Letizia haciendo el amor. El fiscal general se apresuró a dar cuenta de esto al juez, quien ordenó la incautación de la revista e impuso una multa a los editores."Esto excede los límites de la libertad de expresión", declaró.

Aunque gran cantidad de personas juzgó de mal gusto la caricatura y simpatizó con la decisión del juez, otro sector, igualmente numeroso, comparó lo que había ocurrido con las caricaturas de Mahoma, cuya publicación, en un diario danés, provocó, el año pasado, que algunos militantes islámicos se sintieran ofendidos. No sólo quemaron la bandera de Dinamarca en cuantos lugares pudieron sino que llegaron a incendiar edificios. En las manifestaciones hubo más de un muerto."Esto", dijeron,"excede la libertad de expresión".

Tal parece que buen número de dirigentes políticos aplauden la libertad de expresión -lo han hecho Fidel Castro, Hugo Chávez y hasta algunos jefes musulmanes- salvo cuando son ellos los afectados. Los mismos españoles que condenaron las caricaturas de El Jueves, consideraron que la reacción de los musulmanes respecto a las caricaturas de Mahoma había sido desmedida, propia de fundamentalistas a los que no había que tomar demasiado en serio.

¿Qué distingue, sin embargo, una caricatura de la otra? El artículo 6° de la Constitución Política Mexicana señala que "la manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, los derechos de tercero, provoque algún delito o perturbe el orden público". El problema es que estas excepciones son devastadoramente subjetivas: ¿Atacar la moral de quién? Lo que para un grupo es moral, puede ser inmoral para otro. Los derechos de tercero ¿hasta dónde? ¿Un anuncio que publicite la marca de unos cigarros está propiciando que se afecten los derechos de los no-fumadores a gozar de un ambiente limpio? Provocar un delito es algo difícil de probar y una persona puede ver una imagen que la motive a actuar, justamente, de un modo distinto a otra. La misma película puede incitar a un...

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