Legalízar ya

AutorSabina Berman

Para apreciar la oportunidad que tal suceso nos abre, hay que dar un paso atrás en el tiempo.

La satanización de la mariguana se inició en los años setenta del siglo pasado, cuando un muy puritano y rígido presidente Richard Nixon declaró la guerra contra las drogas. Así la pobre motita, que era una planta con una larga tradición entre nosotros, recientemente adoptada como alteradora de la conciencia por los jipis, se convirtió en un asunto de seguridad nacional para Estados Unidos. Y luego, y en consecuencia, México, siempre fiel tanto a la Virgen de Guadalupe como al poder estadunidense, también la criminalizó y persiguió su cultivo y tráfico.

La legalización de la mariguana en ya 18 estados del país vecino, y los próximos plebiscitos previstos para decidir su estatus en otros tres estados, anuncian su paulatina pero inexorable rehabilitación. La Hierba Verde va en el norte en vía segura de transformarse de satánica en un erihacer, un incenti-vador de la sensualidad, especialmente preferido a los alteradores artificiales por la suavidad de sus efectos y la ausencia de sedimentación en el hígado o el corazón.

El Huffington Post señala dos beneficios inmediatos para Estados Unidos de la legalización de la planta. El ahorro de más de 13 mil millones de dólares anuales, incluidos mil millones tan sólo en gastos carcelarios. Y el aumento de la recaudación fiscal al integrar el comercio de the weed a la legalidad.

Si esos son los beneficios de la legalización allende nuestras fronteras, de este lado son aún mayores.

Amén de los mismos, el ahorro de los gastos de la persecución de sus traficantes y la recaudación de impuestos en su comercialización, por fin pararíamos esta guerra boba. Boba porque es contra una plan tita, carambas. Boba porque fue una guerra mal planeada y mal ejecutada. Y boba porque todas las guerras son bobas: son el resultado de la incapacidad de la inteligencia humana.

Además, podríamos separar el crimen del narcotráfico. Separarlos permitiría que nuestro Ejército y nuestras policías dediquen y afinen su capacidad balística y de inteligencia en el combate de los delitos que verdaderamente destruyen vidas y familias y han llenado de agujeros nuestro tejido social. El asesinato, el secuestro, la extorsión, el robo, la trata de blancas.

Igual de trascendente, la legalización reintegraría a la nación zonas y poblaciones hoy gobernadas por el narco...

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