Leer el sargazo

AutorFabrizio Mejía Madrid

Desde que la esposa de Aristóteles, Pitias, recoge su existencia durante su luna de miel con el filósofo, "el mar de los sargazos" es "el coágulo de los océanos, donde las criaturas nacidas de la corrupción, obstaculizan la marcha de los barcos". La idea de una isla de putrefacción que no puede ser rodeada por ilimitada y que, si se atraviesa, hace encallar a los navíos, nos ha sobrevivido durante milenios. Pero es Cristóbal Colón el que la convierte en una metáfora del desencuentro entre Europa y América, que no es el anhelado Oriente, sino un "extremo Occidente". A 10 días de salir del Puerto de Palos, cree ver en la existencia del mar de los sargazos la demostración de que está ya cerca de tierra firme, pero se encuentra con un entramado de algas que provoca el miedo de encallar, de detenerse, de naufragar en una isla que no tiene raigambre en el fondo de la mar. Él no lo sabe, pero le falta más de un mes de travesía. Este encuentro con el sargazo se ha interpretado hasta la saciedad como prueba de lo mal que Colón era para convertir las diversas formas de medir las millas náuticas, del límite oceánico entre esos viajeros que veían su esfuerzo como un peregrinaje, y también como fuente de oscuridades en lo siempre desconocido. Se decía, por ejemplo, que en el sargazo crecía el Kra-ken, ese monstruo noruego del fin del mundo que, a veces, era una serpiente gigantesca y otras, un calamar como el que ataca al Capitán Nemo en la novela de Julio Verne.

Es justo en el siglo XIX cuando el terror al sargazo se convierte en literatura. "El mar dentro del mar" es el inverso de la tempestad. Es la imposibilidad de seguir navegando. Encuentro semejanzas con "el cabo de miedo" de los portugueses al ir hacia Marruecos o en la supuesta isla flotante cerca de la India que atraía a los navíos cargados de metal como si se tratara de un imán descomunal. Pero lo decimonónico halla en el sargazo una ciudad flotante de terrores abrevando de una vieja idea de la putrefacción de la mar donde habita el Le-viatán. "¿Dónde han quedado los marinos naufragados?", se pregunta Victor Hugo en un poema gótico. La idea de los barcos fantasma a la mitad de su travesía se junta con la locura y la muerte. Después de todo, las criaturas clásicas que nos impiden ser humanos vienen de Estigia y Circe. En 1799, Samuel Taylor Coleridge publica La balada del viejo marinero donde una violación a las leyes naturales -matar a un albatros en alta mar- le acarrea a una tripulación la...

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