La larga memoria de las piedras de Chile

AutorAriel Dorfman

La culpa principal, por supuesto, radica en las aceras lamentablemente descuidadas de Chile, pero también puede atribuirse responsabilidad a mi mente errante que, en vez de estar atenta al entorno físico, se encontraba mirando hacia el cielo tan libre como el aire que llenaba mis pulmones en un país cuyos votantes habían dado en diciembre una victoria rotunda a Gabriel Boric, creyendo en su promesa de crear entre todos una patria más justa, equitativa y digna. No era extraño que, mientras yo deambulaba distraído y alucinado por el amanecer tan esperanzador que se avecinaba para nuestro pueblo, fuera imposible concebir que algo malo pudiera sucederme.

Aunque mi topetazo puede entenderse como un evento aislado y aleatorio, sólo notable en términos del padecimiento y el desbarajuste de un individuo, soy propenso, como escritor, a interpretar toda experiencia excepcional como un portal hacia una revelación de algo más significativo. Y, en este caso, me inspiré en Pablo Neruda, que había cantado las maravillas del mundo mineral de Chile, la música inscrita en ro-queríos y arena, guijarros y pedernales. En sus odas a las piedras de su nación, Neruda les pedía que hablaran desde su silencio. ¡Qué sabiduría no contendrían si habían existido aquí antes de que los humanos habitaran esta comarca volcánica! Habían sido testigos de las penas, sueños y frustraciones de hombres y mujeres que trabajaron para hacer del país una verdadera Residencia en la Tierra (usando el título de esa obra magna de Neruda), patriotas que lucharon y a menudo murieron para que la tierra fuera, en efecto, una residencia para todos y no sólo para unos pocos.

Resultó, entonces, natural preguntarme, ¿qué estaban tratando de susurrarme las piedras proféticas de Chile cuando una de ellas interrumpió bruscamente mi optimista caminata?

La respuesta más obvia es que, en vista de que nos estamos aventurando en un experimento social y político que intenta arrebatar el control de la economía a la minoría súper rica que ha explotado a nuestro pueblo durante toda nuestra historia, es mejor que mantengamos los pies firmemente en el suelo y avancemos lentamente, ya que el camino está lleno de celadas y las cosas no serán suaves ni fáciles. Un mensaje de prudencia: si no pisamos con cuidado corremos el riesgo de quedar ensangrentados, maltratados y magullados por los giros y las trampas de la dura realidad.

Pero, ¿por qué no leer en la piedra que me dañó la nariz un mensaje menos cauteloso y...

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