Justificación eco de la conducta de Manuel Crescencio Rejón

AutorManuel Crescencio Rejón
Páginas41-85
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gnorado el verdadero motivo de la conducta que he guardado
de cuatro años a esta parte, mis desafectos se han aprove-
chado de mi silencio para acusarme de enemigo de la libertad
pública, presentándome como refractario y desertor de mis
antiguas banderas. Han robustecido estos cargos, exhibiendo
como pruebas decisivas los célebres decretos de 29 de no-
viembre y 2 de diciembre de 1844, que autoricé como minis-
tro de Relaciones Exteriores de la República, y por los cuales
se suspendieron así las sesiones del Congreso de aquel tiempo,
como el ejercicio de la libertad política de la imprenta.
Obligado a responder a todo, no me propongo ahora diri-
girme a los hombres de partido con quienes en vano intenta ría
justificarme, porque para ellos no hay más consideraciones aten -
dibles que intereses de bandería a que todo lo sacrifican. Diríjome
JUSTIFICACIÓN ECO DE LA
CONDUCTA DE MANUEL
CRESCENCIO REJÓN1
I
1Daniel Moreno apunta que “el título completo es: Justificación eco de la con-
ducta de Manuel Crescencio Rejón , desde octubre de 1841 hasta la fecha, y espe-
cialmente de los decretos de 29 de noviembre y 2 de diciembre de 1844 que autorizó
como ministro de Relaciones Exteriores y Gobernación en el último gobierno del
excelentísimo señor don Valentín Canalizo, publicado en Nueva Orleans en
enero de 1846.”, en Manuel Crescencio Rejón. Pensamiento político, col. Cien de
México, México, SEP, 1986, p. 71.
a la mayoría de la nación, porque debiéndole una franca y leal
explicación de mi manejo, cuento con su impar cia lidad, para que
falle en un proceso, en que se han apurado los cargos contra mí,
abusándose de la situación en que me he hallado.
Creo excusado referir los hechos de mi vida política hasta
fines del año 1841, así porque apenas habrá quien no conozca
por ellos el desinterés, la generosidad, la constancia, con que
he luchado contra la tiranía, defendiendo siempre la causa del
pueblo, como porque han servido de texto para el cargo de
defección con que se me ha procurado ennegrecer. Salvando
pues todo ese tiempo, que ha sido para mí y para mi familia
un drama de crueles padecimientos, sufridos con resignación
en obsequio de la República, me aproximaré a la época de
que data la refracción que se me imputa.
Expulsado me hallaba yo por la revolución de México de
15 de julio de 1840, y refugiado en el departamento de Yucatán,
a que había ido con el doble objeto de contribuir al estableci-
miento de la libertad en aquella Península y de proporcionarme
auxilios para llevar tan noble causa a los demás departamen-
tos oprimidos, cuando supe el pronunciamiento habido en la
capital de la República contra la bastarda Constitución de 1836.
Sin esperanza de obtener arbitrio alguno para lo segun do, y
sabiendo después, que el general don Anastasio Bustamante2
había proclamado el restablecimiento de la federación con el
ejército de su mando, salí de Yucatán con el fin de pasar a Ve-
racruz, o a cualquier otro punto de nuestras costas, en que se
hubiese adoptado este programa, para adherirme a él y con-
tribuir a la victoria de mis antiguos principios.
2Anastasio Bustamante (1780-1853). Militar y estadista. En dos ocasiones
fue presidente de México (1830-1832 y 1837-1841).
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PE N S A M I E N T O PO L Í T I C O
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MA N U E L C R E S CE N C I O R E JÓ N
Al llegar a la ciudad de La Habana, a que me fue indis-
pensable tocar, fondeaba el paquete inglés que, procedente de
Veracruz, llevaba la noticia de haber terminado la revolución
de México por el convenio de la Estanzuela3y puéstose a dispo -
sición del gobierno recién establecido el general ya mencionado
con las tropas que mandaba. Me resistía a dar crédito a tan ines -
perados contratiempos: con ellos mi situación, antes risueña,
era ya difícil, penosa, desesperada, mi angustia grande. Sin
poder regresar a Yucatán, de donde había salido perseguido por
haber contrariado su independencia y alianza con los texanos,
temía dirigirme a México en donde gobernaba el general don
Antonio López de Santa Anna,4que me era entonces suma-
mente desafecto.
Sin embargo, habiendo sabido que se le habían adherido
muchos de mis amigos políticos, me resolví, contando con la
protección de éstos, a pasar a Veracruz para dirigirme de allí
a la capital de la República. Hícelo así, pero en Puebla, al bajar
de la diligencia, fui conducido a una tenebrosa prisión, mani-
festándoseme que había orden del gobierno para que se me
hicie se retroceder inmediatamente a la costa, y lanzar cuanto
antes del territorio nacional. Hallados en el registro que se hizo
de mi equipaje, algunos papeles que demostraban mi inocencia
sobre las imputaciones que se me hacían, de haber promovido
3Esto fue cuando se firma el Plan de Tacubaya o los Convenios de la Es-
tanzuela, el 28 de septiembre de 1841. Se concluye la revolución contra
el presidente Bustamante y se unifican las facciones levantadas en armas
encabezadas por Mariano Paredes Arrillaga y Antonio López de Santa
Anna.
4Antonio López de Santa Anna (1794-1876). Político y militar. Presidente
de México en once ocasiones. Es una figura polémica en la historia del
país.

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