Justicia parcial

AutorFernando Von Rossum

En septiembre de 2006, Roger Goodell tomo posesión como el octavo comisionado en los 84 años de historia de la NFL.

En ocho años de gestión ha presidido un extraordinario crecimiento de la Liga, su expansión internacional, las medidas para prevenir lesiones, sobre todo en la cabeza, así como una paz laboral muy lucrativa para los dueños producto del contrato colectivo firmado en el 2011.

Si se sabe que la función esencial del comisionado es producir los máximos beneficios económicos para los 32 equipos, Goodell ha cumplido con creces y su puesto está, por ende, seguro.

Pero Goodell ha sido igualmente, como ninguno de sus predecesores, el gran inquisidor.

Producto de la llamada Política de Conducta Personal, establecida en 2007 para regular el comportamiento de los miembros de la NFL fuera del terreno de juego, Goodell ha suspendido y multado a infinidad de jugadores y entrenadores por delitos que han variado desde abusos sexuales, ingesta de sustancias prohibidas, filmación de la banca contraria durante un partido (Bill Bellichick) y dar recompensas por sacar lesionados a jugadores oponentes (Nueva Orleáns).

Para 2010 aumentó su rango de poder empezando a sancionar acciones dentro de los partidos, tales como golpes indebidos, burlas, insultos y provocaciones.

Hacer justicia es de lo más complicado y es obvio que algunas de las decisiones de Goodell han sido controversiales. La imparcialidad se complica por el hecho de que la parte acusadora y el juez sean la misma persona.

Este cohete le tronó en las manos a Goodell con su fallo reciente de sólo dos partidos de suspensión a Ray Rice, después de que el corredor de Baltimore noqueó y sacó arrastrando a su entonces prometida en un hotel.

Este fallo contrasta con su reciente decisión de suspender la temporada entera al receptor de Cleveland, Josh Gordon, por pasarse un milmillonésimo de gramo del límite permitido de mariguana.

Tres senadores, un gobernador, decenas de organizaciones civiles, de las cuales dos juntaron más de 100 mil firmas, y buena parte de la prensa le cayeron encima al abrumado comisionado, quien tuvo que disculparse públicamente hace unos días por el caso Rice, mientras anunciaba un notable endurecimiento en las sanciones por violencia familiar.

El caso Rice había sido el mayor error de su gestión y contrasta con su silencio absoluto en otros, como el arresto de Jim Irsay, dueño de Indianápolis, por manejar borracho, y la reciente parranda de Dean Blandino, zar del...

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