Justicia para Omar

AutorManuel Tejeda Reyes
Páginas56-57

Page 56

El pasado jueves 13 de septiembre fue asesinado cobardemente Rubén Omar Ramírez Aguilar, quien era elemento operativo de la Agencia Federal de Investigaciones y fue estudiante de la Maestría en Administración de Justicia del INACIPE, generación 2004-2006. Los infames delincuentes lo interceptaron cuando circulaba en su camioneta al cruce de las avenidas Periférico y Las Palmas, en la colonia Lomas de Cha-pultepec, donde fue baleado por varios sujetos desde un vehículo. De acuerdo con la información que se publicó en la prensa, Omar detuvo su marcha en el carril de extrema derecha de Periférico, frente a la torre Esmeralda, porque el auto de los agresores le cerró el paso. En ese momento dos sicarios a pie que ahí lo esperaban le dispararon simplemente para matarlo. Omar intentó repeler la agresión pero no pudo hacerlo porque recibió tres impactos de bala en torax y abdomen que lo inmovilizaron. Inmediatamente después de cometer el cobarde atentado los sicarios abordaron el vehículo que le cerró el paso a Omar, del cual se desconocen número de placas y modelo, para huir.

Quiero manifestar mi indignación, desconsuelo y profundo pesar por la terrible agresión que le quitó la vida a Omar. La criminalidad y la violencia deben ser intolerables en nuestra sociedad, independientemente de la fama de las victimas, y la impunidad no debe ser refugio para ningún tipo de agresor. Omar fue un buen compañero para quienes compartimos con él las aulas en el INACIPE. Era respetado por su tesón en el trabajo, las tareas y el estudio; fue dueño de una noble personalidad, esforzada y batalladora. Era especialmente agradable y se había ganado el respeto de quienes lo conocimos por su cortesía y mesura. Si bien Omar no ocupaba un lugar primordial en el escenario público nacional, sí lo tenía entre sus familiares y compañeros que hoy ya no lo tenemos entre nosotros. Por eso expreso mi repudio por su asesinato. Lamento profundamente la pérdida de ese joven y valioso servidor público y creo que su muerte nos debería indignar a todos.

Desafortunadamente no es así, pues frente al crimen de todo tipo, y peor aún, ante la brutalidad de los asesinatos, nos absorbe la indiferencia. Los homicidios más sádicos, la muerte de personas honradas que trabajan por el bienestar de su comunidad, están tomando carta de naturalidad en nuestro país y nada pasa porque nos estamos acostumbrando a estos deleznables actos. Ya nos parece "normal" que quienes están vinculados con...

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