Ante Julio Scherer García, la confesión de Colosio
Autor | Julio Scherer García |
Ya precandidato, fijó la fecha para un encuentro en Proceso. Lo aguardé en vano. Al día siguiente ofreció disculpas y propuso otro día en el mismo lugar y a la misma hora: 11 de la mañana. Tampoco nos vimos. El 22 de diciembre se presentó intempestivamente en la revista y encontró a los trabajadores de la limpieza en plena faena. A nuestra telefonista, Karina, le pidió permiso para entrar al baño, "el de todos". Karina le indicó el camino, Colosio le dio las gracias y ofreció que volvería. Resolvimos, sin titubeos: colocaríamos una placa en el mingitorio histórico.
Conversamos el 23 de diciembre en una pequeña terraza integrada a mi oficina. Colosio había llegado cuarenta minutos tarde y explicaba: se había sometido a pruebas de laboratorio y a un examen médico general. La imagen llegó sola. Su salud contrastaba con la enfermedad de Diana
Laura, sostenida por la decisión de vivir.
-¿Qué te ofrezco, Luis Donaldo?
-Un vaso de jugo de naranja y después café. Una jarra, si me haces el favor.
Hacía calor. Se despojó del saco, me despojé del mío.
Cierta pesantez en sus movimientos delataba su ánimo ensimismado.
-No estoy satisfecho -dijo.
(Más tarde conversaría con Enrique Krauze acerca de este encuentro. Coincidiríamos: a Luis Donaldo lo velaba la tragedia. Endeble de hombros para la carga que le esperaba, buscaba apoyo dispuesto a todo.)
-No dispongo de espacio -lamentó.
-¿A qué te refieres?
-Tú sabes.
Cercaba el tema sin nombres propios. Era evidente su condición de precandidato amarrado a los altos poderes de la República.
-¿Cambiarían las cosas?
-Mi protesta como candidato será el punto de arranque. Hasta marzo.
Me pidió un punto de vista:
-Si te molesto, bastará una palabra para que desvíe la conversación. El lenguaje de la revista libera mi propio lenguaje.
-Dime.
-No podrás apoyarte en el presidente. Te hundirías.
-¿Por qué piensas así?
-No voy a decirte nada que no hayamos publicado. Nunca creímos en Salinas.
-Lo sé.
-Salinas extendió y profundizó la miseria en el país, ahondó la injusticia y la ine-quidad. Pocos podrán perdonárselo.
El juicio siguió, inacabable. Es historia viva en las páginas de Proceso.
Colosio habló del año inminente, crucial. Estaba decidido a ser un gran presidente. Debatiría con Cuauhtémoc Cárdenas, harto de sus desafíos. Amaba al país, la única manera de respetarse.
-Te gana Cuauhtémoc, Luis Donaldo. Estos años han sido desastrosos.
-Te equivocas. A él lo mueve el rencor, a mí la esperanza.
-¿Qué quieres decir?
...
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