El juego de las provocaciones

AutorAdrián Foncillas

PYONGYANG.- El pasado sábado 15 el escenario para el desastre estaba dispuesto después de días de fricciones y amenazas. Pyongyang había multiplicado el movimiento de tropas y camiones en su principal lugar de ensayos nucleares y Washington había informado que enviaba a las costas de la península coreana una flota de ataque con un portaaviones y buques cargados con misiles. Pero la jornada transcurrió tranquila, sin más noticias que el tradicional desfile militar del Día del Sol. No hubo ensayo nuclear y aquella amenazante nota norteamericana se desvió y estacionó cerca de Australia.

En la tensión actual convive el riesgo de una guerra termonuclear con el saine-te. Corea del Norte y Estados Unidos juegan una partida de poker en la que ambos farolean y ponen a competir egos desaforados, ambiciones nacionales y armas de destrucción masiva. Cualquier roce involuntario podría precipitar la debacle nuclear. En estos días sólo China ofrece sensatez, pero sus tozudas llamadas a la calma son desoídas. Esta competencia de irresponsabilidades y gesticulaciones de machos conduce inexorablemente a un choque frontal, ha alertado Beijing.

El pequeño y empobrecido país leninista del extremo oriente ha sido una permanente piedra en el zapato del Tío Sam desde hace siete décadas, pero nunca el riesgo de enfrentamiento había sido mayor. Donald Trump ha dado un giro de 180 grados a su política electoral de "Estados Unidos primero". Entonces sugería a To-quio y Seúl que se defendieran por sí mismas y amenazaba con retirar sus tropas, ignoraba la retahila de violaciones de derechos humanos en Corea del Norte, admiraba las agallas de su líder, Kim Jong-un, por haberse impuesto a los militares tras la muerte de su padre y no descartaba compartir una hamburguesa con él.

En las últimas semanas Trump abonó a la línea dura, amenazó con resolver el problema incluso sin la ayuda china y sugirió un ataque preventivo. Japón y Corea del Sur agradecen las frecuentes visitas de sus representantes para honrar sus alianzas de defensa. El vicepresidente estadunidense, Mike Pence, enterró el lunes 17 en Seúl la "estrategia de la paciencia" del anterior inquilino de la Casa Blanca, Ba-rack Obama.

Aquella combinación de presión diplomática y ahogo económico fue ciertamente estéril: el régimen de Pyongyang está más fuerte que nunca, sólo la población sufre las sanciones y el ritmo de lanzamientos de misiles se ha disparado. Pero no ha sido peor que el resto de políticas...

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