El juego político, más bravo que el olímpico

AutorAndrés Corpas

RÍO DE JANEIRO.- Veinte años no es nada, dice el tango de Carlos Gardel, pero en el caso de Brasil siete años han sido una eternidad. Basta acudir a la hemeroteca para comprobarlo. Las imágenes de júbilo de decenas de miles de personas congregadas en la playa de Copacabana el 2 de octubre de 2009, cuando el Comité Olímpico Internacional (COI) otorgó a esta ciudad la organización de los Juegos de 2016, parecen casi una ficción al compararlas con los datos de las últimas encuestas, que indican que 63% de los brasileños se opone hoy a esa justa. Los saltos de alegría y las lágrimas del entonces presidente, Luiz Inacio Lula da Silva, así como el desenfreno del alcalde, Eduardo Paes, se antojan una fábula si se considera que el primero está acorralado por las sospechas de corrupción y el segundo ha admitido que los Juegos son "una oportunidad perdida" para el país.

Los Juegos Olímpicos aún no comienzan, pero el ambiente de pesimismo en Brasil lo impregna todo. El país sufre su peor recesión en décadas y terminará este año con una caída del PIB de 3.5%, mientras a finales de año probablemente se supere la cifra actual de 11 millones de desempleados. Los escándalos de corrupción por la Operación Lava Jato, que sigue a todo vapor tras un bienio desmenuzando y exponiendo los multimillonarios desvíos desde la estatal petrolera Petrobras, amenazan a la élite política y económica.

A escala política el caos es apoteósi-co. En la presidencia no hay uno, sino dos mandatarios: la presidenta electa y suspendida, Dilma Rousseff, y el presidente en ejercicio, Michel Temer, quien ocupa la jefatura del Estado de forma interina a causa de un impeachment (juicio político) que ha dividido profundamente a los 200 millones de brasileños y cuyo desenlace se sabrá tan pronto como acaben los Juegos.

La confusión es tal que en una de las últimas visitas de inspección del COI a Río, en junio, los miembros del organismo internacional admitían ante los periodistas no saber a cuál de los dos invitar para presidir la ceremonia de inauguración el 5 de agosto en el estadio Maracaná.

El malestar social eclipsó el célebre optimismo brasileño y el orgullo de organizar nada menos que unos Juegos Olímpicos, el mayor certamen deportivo del planeta y que por primera vez se celebra en América del Sur. Una encuesta publicada el 19 de julio por el Instituto Datafolha -uno de los más respetados del país- señalaba que 47% de los habitantes de Río de Janeiro cree que la competencia traerá...

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