Juárez: Cómo se vive en la muerte…

AutorJudith Torrea

“El Buitre”

Los 70 casquillos en la arena. Y él, acercándose con su camisa planchada, impecable, de color blanco. Los pantalones son de mezclilla. Ve dos cadáveres, la mirada de unos niños que sonríen como si fueran inmunes al dolor. Y no sabe qué le aterra más: si el presente o el futuro.

De pronto, descubre otros dos. Más uno: son cinco los nuevos. Los convertidos en muertitos. Como en una película. Real.

Se fija en los cuerpos tirados en las calles sin pavimentar de Ciudad Juárez. La puerta del Nissan 2001 está abierta, como si hubieran intentado huir y al hacerlo se abrazaron en la muerte: uno encima de otro.

Una mujer sale de la casa de enfrente con una cobija para cubrir a los jóvenes. Llegan los gritos de las madres, las novias, los novios y él preferiría huir. Le gustan más los muertos que ya no pueden susurrar ni lo que casi nunca se sabrá con precisión en Ciudad Juárez: quién los mató y por qué. Por el cerro suben riadas de personas que se distribuyen en el triángulo mortífero de las calles. Lo hacen para salir de la agonía de la duda: ver si les tocó o no a sus hijos.

Ya cayó la noche.

Del vehículo los rafaguean, es un Pontiac que surgió con un atardecer mágico de feroces rojos y que ya se ha esfumado. Primero dispararon a un chavo. Luego dieron la vuelta, comenzaron a perseguir al carro de los dos jóvenes y al de las chicas, de 15 años. A una de ellas le habían asesinado un hermano hacía unos meses.

Él se acerca con cautela, va de un escenario del crimen al otro, recorriéndolo en unos tres minutos a pie. Y se fija quién está más tranquilo de todos los familiares de las víctimas. A veces, en unos 45 minutos, las madres que han entrado en crisis comienzan a asumir lo que ha pasado. Ésta es la clave para su trabajo: saber cuál es el momento. Se acercará. Y hará lo que está haciendo ahora:

“Disculpa que me atreva a hablar contigo ahorita, pero es necesario que te explique lo que tienes que hacer: el día de mañana te tienes que presentar a Averiguaciones Previas, con dos familiares y la papelería. Es necesario que te presentes con una funeraria. Si en algo te puedo servir, aquí tienes mi tarjeta.”

Los “buitres” son personas que van en busca de cadáveres: para vender a sus familiares un servicio funerario. Lo antes posible. Y este hombre es un “buitre”. Trabajan en silencio, de incógnito hasta que sienten un tantito de confianza. Pueden ser muy mal recibidos.

En ocasiones, un mismo buitre puede trabajar para varias funerarias. Como si fuera un freelance de los entierros. Se llevará una comisión. El servicio más solicitado ahora es el más barato. Cuesta unos 4 mil 500 pesos (unos 372 dólares), de los que le tocarán al “buitre” unos 500 (41 dólares) por servicio contratado. Otros reciben el salario fijo de la funeraria, unos 2 mil 500 pesos (unos 200 dólares) a la semana.

Los mejores son los que llegan antes a la tragedia: la estudian, se acercan con discreción y consiguen que los familiares los atiendan...

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