John Marshall. Forjador del sistema constitucional estadounidense

AutorGerardo Laveaga
Páginas42-44

Page 43

En el Diccionario de política que coordinaron Norberto Bobbio, Nico-la Mateucci y Gianfranco Pasquino, Lucio Levi sostiene que el gobierno no es sino el poder ejecutivo de un Estado: "Se deduce también que los órganos legislativos y los judiciales no forman parte directamente de los órganos de gobierno", concluye. Y, en efecto, una gran cantidad de las sentencias que pronuncian los jueces en todo el mundo apenas están relacionadas con la tarea gubernamental. Hay otras sentencias, sin embargo, sin las cuales no podría entenderse el gobierno. Pases como Estados Unidos, donde una decisión de la Suprema Corte puede convertir a un hombre en presidente de la República —como lo hizo con George W. Bush—, permitir el aborto o echar abajo leyes votadas por una mayoría en el Congreso de la Unión, constituyen una prueba de que el Poder Judicial orienta, instrumenta políticas públicas, decide, condiciona. En suma, gobierna. Si aún quedara duda al respecto, bastaría echar una ojeada a la vida de John Marshall (1755-1835), el más distinguido de los jueces estadounidenses, para constatarlo.

A finales del siglo XVIII Estados Unidos era una nación emergente. Dos partidos políticos contendían para imponer su modelo de gobierno: los federalistas, encabezados por Alexander Hamilton, opinaban que el gobierno central debía ejercer las atribuciones más significativas; los republicanos, liderados por Thomas Jefferson, insistían en que eran las entidades federativas las que debían hacerlo.

Previendo el inminente ascenso de los republicanos, el presidente federalista John Adams quiso dejar bien colocados a sus aliados y a sus colaboradores, por lo que ofreció a John Jay la titularidad del máximo tribunal judicial. Como éste no era sino un insignificante tribunal de apelaciones, Jay se dio el lujo de rechazarlo. "Con un sistema tan defectuoso, es imposible obtener la energía, el peso y la dignidad que debería poseer como última instancia de la justicia de la nación", se excusó. Adams designó, entonces, a John Marshall, a la sazón secretario de Estado, sin siquiera pedir su opinión. Un mes antes de concluir su mandato, también nombró a 42 jueces de paz.

Apenas llegó a la presidencia, Jefferson autorizó a su secretario de Estado, James Madison, para dejar sin efecto el nombramiento de 16 de aquellos jueces. Apoyándose en hjudiciary Act, Madison procedió de inmediato. Nunca imaginó que William Marbury, uno de estos jueces, se iba a in-conformar y a llevar el...

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